Diputados
Fausto Fernández Ponte
I
Para no pocos mexicanos --diríase sin exagerar que la inmensa mayoría de ciudadanos-- los diputados federales y, por ende, la Cámara, no representan sus intereses.
Esos millones de mexicanos parecen persuadidos --según lo indica encuesta tras encuesta-- de que los diputados no saben siquiera cuáles son los intereses de los ciudadanos.
Otra percepción muy arraigada en la ciudadanía es la de que los diputados sólo se representan a sí mismos y sirven por tanto, a intereses personales o de facción partidista.
El explicaría, a nuestro ver, la pésima opinión que la sociedad tiene de los diputados. Se les considera parásitos, por inútiles, y abusivos de sus gajes y privilegios.
Y, en efecto, así es. La percepción generalizada se sustenta sobre el comportamiento de la Cámara, desde luego, y de sus miembros. Una diputación equivale a una sinecura.
Los diputados, predeciblemente, han contribuido con su conducta como cuerpo colegiado en no magra manera a crear esa imagen, a perpetuarla y acentuarla en la ciudadanía.
También han contribuido en lo individual a alimentar esa imagen. Cada Legislatura ha tenido personajes emblemáticos de esa percepción. La LX Legislatura no es la excepción.
Cabría recordar a personajes del pasado reciente como Félix Salgado Macedonio, así como al motejado Pancho Cachondo por su asiduidad a los clubes de table dance.
II
En la actual Legislatura, un personaje pintoresco parece ocupar ese nicho del parasitismo, el abuso de prebendas y su inutilidad. Trátase de Andrés Bermúdez, el Rey del Tomate.
Subráyese que este individuo es diputado por el Partido (de) Acción Nacional, aunque ya militó en el de la Revolución Democrática y el Revolucionario Institucional.
Y también subráyese que el Rey del Tomate --el mote le viene porque hizo fortuna en el comercio del tomate en Estados Unidos-- es, por añadidura, perezoso como legislador.
Don Andrés --obeso, agresivo y enojón-- preside una comisión legislativa que, a la fecha, no ha iniciado actividad. Su pereza es proverbial.
A esa pereza suma el diputado Bermúdez otro atributo: se le sospecha de la comisión presunta de ciertas actividades lucrativas a costa de migrantes zacatecanos.
Pero olvidémosnos de este patético personaje y tratemos otro aspecto del tema, el de la actuación egoísta y abusiva de la Cámara como órgano del Poder Legislativo.
Una de las primeras decisiones de la Cámara fue la de aumentar el monto de las dietas a los diputados, seguida por otra, la de un incremento de gastos médicos mayores.
Esos privilegios son exagerados. En la legislatura anterior, la LIX, Francisco Barrio optó por atenderse a altísimo costo un mal cardiaco en EU y no en el IMSS.
III
La atención médica fue pagada con cargo a la Cámara. Y cuando se le preguntó al señor Barrio por qué se operó en EU y no en el IMSS, contestó: "Porque soy diputado".
La respuesta implicaba que el Instituto Mexicano del Seguro Social es para los mexicanos rasos, sin fuero ni privilegios cuyos intereses el señor Barrio representaba.
Mas olvidémosnos también del señor Barrio, como lo hicimos con los señores Salgado, Pancho Cachondo y el Rey del Tomate. No merecen siquiera un segundo de nuestro pensamiento.
A las primeras actuaciones de la actual Legislatura --las de aumentarse dietas y gastos médicos-- se han acumulado otras de igual vena equívoca y abusiva y lesivas al pueblo.
Las actuaciones de la Cámara erróneas y dañinas al interés de sus representados se emblematizan en la aprobación de las leyes relativas a los ingresos y egresos del Estado.
Casos en punto son los de la aprobación de los presupuestos en materia de educación elemental, media y superior, cultura, ciencia y tecnología.
Esa aprobación denota, por un lado, desinterés e indiferencia de los diputados en defender los acervos populares que, en lo formal y constitucional, representan.
Y, por otro lado, desconocimiento de la realidad socioeconómica de sus distritos electorales y los habitantes de éstos. El impuesto a los refrescos evidencia ello.
Glosario:
Sinecura: Empleo o cargo retribuido que ocasiona muy poco trabajo.