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Felipe Calderón

Fausto Fernández Ponte



I


Bajo magros auspicios se inicia hoy el gobierno que presidirá Felipe Calderón durante los próximos seis años. El reto que tiene ante sí es inconmensurable.


Los magros auspicios son no sólo para el propio señor Calderón, sino principalmente para México y los mexicanos. El país está justo ante un cruce de caminos.


¿Cuál será el camino que el mandatario resolverá que tome México? ¿El mismo por el que andaron sus predecesores, desde Miguel Alemán, que amén de largo es de destino incierto?


¿O escogerá para México un camino abandonado por sus predecesores --desde Alemán-- y cerrado al tráfico por Vicente Fox y por el cual muchos desean que tome?


Ambos caminos son de dificilísima singladura, pero uno de ellos es más peligroso que el otro, pues los obstáculos que tiene que superar son gigantescos y, además, complejos.


Y por gigantescos y complejos, superarlos requiere el concurso de un gigante y un sabio, cualidades tan escasas, si no es que inexistentes, en nuestros mandatarios recientes.


Así es. Desde 1940 a la fecha, México ha carecido de esos gigantes y esos sabios, que son las cualidades propias del estadista. El último estadista fue Lázaro Cárdenas.


Desde entonces --el sucesor de Cárdenas fue Manuel Avila Camacho, quien entregó a Alemán-- nuestros presidentes han sido individuos sin vocación social o política verdadera.


II


O han sido burócratas situados en los sustratos más altos del entramado del poder formal --el del Estado-- o, desde 1976 a la fecha, tecnócratas sin aptitud para la política


De estos últimos, el más conspicuo fue Carlos Salinas, sucesor de Miguel de la Madrid y el antecesor de éste, José López Portillo, sin sensibilidad política vera.


Posteriores a don Carlos, Ernesto Zedillo y el señor Fox. Ninguno de ellos preparados psicológicamente para ejercer el poder ni hacer política ni entender la filosofía del Estado.


Esa filosofía del Estado deviene de premisas históricas:


1) Por un lado, es la máxima expresión de poder de una sociedad o de ciertas clases sociales o, como es el caso en México, de una capa o estamento de élite.


2) Por otro lado, la razón de ser del Estado es, desde su origen, el de brindar seguridad a los miembros de la sociedad que lo ha constitudo como expresión máxima de poder.


3) Una tercera premisa histórica es la de que el Estado se convierte en garante ejecutivo de normas orientadas precisamente a ejercer ese poder dado.


En México --es lamentable advertirlo--, el Estado ha establecido derroteros ajenos a los imperativos históricos y culturales que le dieron origen social y consensuado.


Este es un verismo objetivamente discernido. El Estado mexicano ha sufrido una metamorfosis monstruosa.


III


La metamorfosis ha sido gradual, aunque incensante. Partió de un contrato social --secuela de la Revolución Mexicana-- y trocado en brazo de poder de la élite, la plutocracia.


Esa plutocracia --gobierno de ricos-- es insensible, voraz, brutal, represora, sin representatividad social ni moral, inepta, corrupta y cínica y simuladora.


Simula legalidad, a la cual también finge someterse, como es --subráyese-- precisamente la asunción de la investidura de Presidente de la República del señor Calderón.


La plutocracia --la élite-- no requiere estadistas ni políicos de larga envergadura moral y ética y compromiso social y responsabilidad. Requiere gerentes.


Y gerentes han sido, en mayor o menor grado, los presidentes de la Repúblcia desde Avila Camacho al señor Fox. Don Felipe tiene ese mismísimo perfil gerencial.


Arriba este personaje al poder presidencial sin consenso social --el pueblo lo rechaza-- y bajo sospecha de espuriedad jurídica y política, moral y ética, de Presidente ilegítimo.


El señor Calderón aterriza en la investidura presidencial rodeado de un gabinete de secretarios de despacho notorios por la más dura de las ortodoxias ideológicas, la del garrote.


Ello insinúa con nitidez que el nuevo Presidente tomará el mismo atajo ajeno a los intereses estratégicos verdaderos de México que andaron sus antecesores: contra el pueblo.


Empero, el gerente Calderón tendrá frente a sí a un pueblo cuya composición se representa en afanes organizativos que hacen posible la resistencia civil y el escrutinio político.


Glosario:
Derroteros: caminos, rumbos, medios tomados para llegar al fin propuesto.
Singladura: rumbo.



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