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Difusión y Poder

Fausto Fernández Ponte



I

Comentábamos ayer en este espacio el asunto del más reciente informe anual de la Federación Internacional de Periodistas, en el que México figura desfavorablemente.

Cierto. En ese informe se consigna que en 2006 fueron asesinados (o desaparecidos, según la modalidad equivalente) diez profesionales de la difusión periodística. Diez.

Con esa cifra el total de profesionales de la difusión periodística asesinados (o desaparecidos) en nuestro país durante el sexenio aumenta a 29.

En el informe de la FIP se subraya que México es el país de nuestra América con el número mayor de profesionales del rubro difusor periodístico asesinados o desaparecidos.

Empero, si se cotejan los datos de asesinados o desaparecidos en México con los de otros países, no sólo encabeza México a nuestra región, sino a todo el mundo.

Ese cotejo establece, reiteraríase, que México es el país más peligroso del mundo para la difusión periodística profesional. Esos agravios son una constante.

¿Por qué? Esbocemos una respuesta a esa interrogante.

En nuestra sociedad --cuya forma de organización política es notoriamente clasista y elitista-- el ejercicio de la difusión periodística cobra importancia diríase vital.

II

¿Vital? Sí, vital. ¿Y por qué? Porque en nuestra sociedad unos cuantos --los menos-- poseen el grueso de la riqueza y el ingreso; los más, la mayoría, carecen de casi todo.

Esa mayoría carece hasta de esperanza, ese intangible que suele difuminarse ante la realidad lapidaria de la desigualdad económica y la injusticia social.

Los menos dominan la vida económica y política e incluso la social --orientan la educación, reprimen anhelos laborales-- y conforman el poder, tanto formal como fáctico.

Y el poder --formal y fáctico-- es ejercido con arreglo a imperativos de los intereses que lo conforman y representa y actúa, por ello, sin constreñimientos ni contrapesos.

Usted, caro leyente, podría decirnos que en nuestra forma de organización política existen contrapesos, representados por los Poderes de la Unión. Y tendría usted razón.

Esos contrapesos existen, mas sólo en el papel. En la práctica no se conducen en aras de la búsqueda constante de equilibrios. No. Lo impiden ciertas realidades.

Y una de esas realidades es la cultura misma del poder en México, que propicia la corrupción, la ineptitud y la soberbia y prepotencia y el autoritarismo y la arbitrariedad.

La ausencia de contrapesos reales fomenta la impunidad y, ésta, a su vez, impulsa el cinismo en el ejercicio inmoral, mezquino y egoísta, personal o faccioso, del poder.

III

Por ello, inistimos, la difusión periodística es vital para compensar --y en contados casos subsanar-- las secuelas de esa forma de organización política, que es de simulación.

Simulación de democracia, precísese. Hay elecciones, pero éstas son fraudulentas en todos sentidos, desde el moral y ético y político hasta el jurídico, como vióse el 2 de julio.

Si no hubiese sido por la difusión de hechos, sucedidos, opiniones, comentarios e ideas acerca de ese colmo de simulación democrática, no sabríamos lo que veramente ocurrió.

Y aun así, esa difusión fue sesgada y selectiva, pues las empresas difusoras son parte intrínseca, precisamente, del entramado sofistero y falaz de intereses creados del poder.

Esas empresas operan bajo un régimen de propiedad privada, opuesta por definición a la social, y por añadidura su razón de ser obedece a la lógica del mercado o del mercantilismo.

Pero al obedecer a esa lógica del mercado, esas empresas comerciales --la de lucrar-- también funcionan como medios de control social, para lo cual manipulan contenidos.

Esa manipulación tiene por obvio propósito --en la lógica del control social-- el de inducir conductas colectivas, ora con fines políticos, ora consumistas de bienes y servicios.

Parte de la manipulación es, por un lado, distorsionar y descontextualizar hechos y sucedidos; por otro, ignorar éstos --como si no hubiesen ocurrido-- o minimizarlos.

Por supuesto, la causal aquí identificada no es la única, pues existen otros, pero sí es la más obvia. Al poder formal y fáctico le disgustan los contrapesos.


Glosario:

Esbocemos: Relativo a esbozar. Insinuar un gesto, normalmente del rostro.

Mezquino: Que escatima excesivamente en el gasto. Falto de nobleza de espíritu.

Sofistero: Que se vale de sofismas. Razón o argumento aparente con que se quiere defender o persuadir lo que es falso.






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