Libre Comercio
Fausto Fernández Ponte
I
El libre comercio es, en el mejor de los casos, sólo un anhelo, mas en realidad es únicamente una falacia. El comercio no es libre ni nunca lo ha sido y, a la luz del pretérito y el presente, no lo será.
Trátase, desde luego, del verdadero libre comercio. Subrayaríamos el calificativo: un comercio verdaderamente libre, sin monopolios nacionales ni trasnacionales ni manipulación de leyes del mercado.
El tema es atañedero a México ya que el Presidente Felipe Calderón --a quien millones de sus compatriotas consideran espurio y pelele de intereses ajenos a los del pueblo-- preconiza el libre comercio.
En Davos, Suiza, en el Foro Económico Mundial, el señor Calderón hizo una defensa a ultranza del libre comercio planteándolo en términos de un Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
Señálese que don Felipe ignoró, convenientemente, que el libre comercio como se practica en el entorno del Tratado de Libre Comercio de la América del Norte (TLCAN) ha devenido en una crisis severísima.
Esa crisis tiene una manifestación dramática --por espectacular--, que es la de la escalada alcista en los precios de bienes y servicios de consumo necesario. Nos ha llevado a la Crisis de la Tortilla, pues.
Mas no solo eso. Dicha crisis se ha convertido en un fenóeno cíclico predecible de la forma de organización prevaleciente en México. Su fenomenidad débese a una mutación perversa.
La mutación consiste en la naturaleza misma de la crisis y sus definiciones tanto economicistas y políticas, así como las semánticas, establecen su carácter temporal. Cortas.
II
Pero la crisis mexicana es ya larga. Se ha transformado en una crisis permanente, crónica, pues ha persistido bajo varias modalidades durante más de un cuarto de siglo. Varios sexenios.
Un cuarto de siglo comprende, en términos de desarrollo humano, a casi dos generaciones, particularmente en México en donde, por nuestro atraso social, el compás generacional es de unos 15 años.
Así, en ese poco más de esos 25 años, la ronda de las generaciones --como las calificaba el historiador Luis González y González-- se ha manifestado en yerros garrafales de las clases dirigentes.
Y esos yerros garrafales tienen secuela: la crisis ya crónica. El grueso mayoritario del conglomerado demográfico de México ha crecido, nació y se ha desarrollado en un contexto de crisis.
Como consecuencia, la crisis es parte de su vida. Este conglomerado mayor de la sociedad mexicana no conoce tiempos mejores y carece, ergo, de referentes vivenciales de cuño reciente.
Ello impide el nacimiento y desarrollo de una conciencia colectiva de la crisis como causal sintomática y, a la vez, efecto, de la pobreza en todas sus manifestaciones.
Así es. Ello obsérvase con diamantina nitidez en la psique de las clases medias mexicanas, proletarizadas cada vez más. Empero, no tienen conciencia de su depauperación material y cultural.
Esto nos lleva a la noción del libre comercio o libre intercambio de mercancías y servicios cuya esencia ha sido descrita como la solución a todos los problemas de las sociedades humanas.
III
Pero quienes preconizan el libre comercio como panacea a los problemas del desarrollo humano y social --dos conceptos distintos-- y humano mediante el crecimiento de la economía ignoran ciertos hechos:
1) Que, con arreglo a la experiencia histórica --la de la humanidad como sociedad--, el crecimiento de la la economía no necesariamente conlleva desarrollo humano y social. No evita ni erradica la pobreza.
2) El crecimiento económico puede permear casi todas las capas de las clases sociales y llegar a éstas dependiendo de su forma de organización. Esto es un verismo demostrado históricamente.
Estas premisas aquí enunciadas permiten discernir, si concatenadas, que una cosa es el concepto de libre comercio en su sentido más cabal para desarrollo humano y social y otra es su aplicación.
Así, el concepto se aplica bajo otras premisas, las del capitalismo, cuya divisa emblemática es la apropiación de unos pocos del esfuerzo de otros que, con su trabajo, crean plusvalía o riqueza.
Esa realidad preside, rige, domina y determina el llamado libre comercio, lo cual, debido a esos componentes, deja de ser libre, como se observa en la Crisis de la Tortilla en México.
En México --como en el mundo-- la mano invisible del mercado, como la identificó Adam Smith, es movida interesadamente por fuerzas superiores a las de la oferta y la demanda. El mercado no es libre.
Y ello es laya de la forma de organización económica: se manipulan los factores de la producción, las fuerzas productivas y, desde luego, las relaciones de producción. Presiden los monopolios. La selva.
Glosario:
Factores de Producción: Trabajo, capital y tecnología.
Fuerzas productivas: Fuerza humana de trabajo.
Relaciones de de producción: Conjunto de formas de la división social del trabajo y a las condiciones de apropiación y control de las nuevas fuerzas productivas y del producto colectivo.