I
WASHINGTON, D. C., 23 de febrero.-A la capital del imperio --en la que este escribidor vivió varias décadas como corresponsal de Excélsior-- la estrujan hoy dilemas morales y políticos complejos:
1) La guerra en Irak o, por decir con mayor explicitez, la ocupación militar estadunidenses del territorio iraquí y la feroz resistencia de sus habitantes ante dicha presencia.
2) La creciente concientización de que el Presidente Bush es un político sin oficio y, por lo mismo, inepto hasta la idiotez y la demencia y, por añadidura, al servicio de intereses bastardos.
3) La cada vez más acusada ausencia de libertades fundamentales, lo que se advierte en las actuaciones metalegales del propio Presidente Bush y los personeros principales del gobierno que preside.
4) La tendencia --al parecer imparable-- del conservadurismo emblematizado en el Partido Republicano a caer en el descrédito y perder las elecciones presidenciales en 2008.
5) La ostensible influencia de los consorcios trasnacionales en el gobierno que encabeza el señor Bush, al extremo de que la política exterior ha diseñado y se aplica para beneficio de aquellas.
6) Las relaciones bilaterales de EU con Canadá y México y, en ese contexto, el trato trilateral, en el contexto de la América del Norte, así como los términos de los entendimientos con la América Latina.
II
A esos dilemas súmanse otros de igual envergadura, verbi gratia, la percepción de que la demencia, ignorancia e ineptitud del señor Bush como mandatario ha llevado a EU a una crisis interna y externa.
Y, como secuela de esa crisis, la autoestima colectiva es muy baja porque el país padece un descrédito enorme en el mundo. "Por Bush, el mundo nos odia", decíase hoy una pancarta frente a la Casa Blanca.
Pero el mundo no odia a Estados Unidos ni a su pueblo, sino al Estado estadunidense, lo cual es una diferencia no sólo cuantitativa, sino también --precisamente-- cualitativa.
El odio en Africa, América Latina, Asia e inclusive en Europa es, no huelga precisarlo, hacia los autores y practicantes de políticas dañinas a los intereses de muchos pueblos, el de México incluido.
Ese sentir exhibe gradación variopinta, por supuesto. Y no todos los estadunidenses tienen mala opinión del señor Bush, pero pudiérese decir que el sentir y el parecer general le es muy negativo.
Ello conduce a una conclusión observable: la decadencia del conservadurismo --es decir, la derecha ideológica-- que crea vacíos que el opuesto, el abanderado por el Partido Demócrata, llenaría.
La tendencia conforma ya un patrón. La derecha se repliega a resultas de sus propias inviabilidades ideológicas y contradicciones políticas. El repliegue es a marcha forzada. Sin opciones.
III
Ello explica el arribo espectacular a la arena política electoral de Hillary Rodman Clinton, la esposa del ex Presidente Bill Clinton, y de Barak Obama, senadores ambos más afroestadunidense este último.
Registrado y discernido así, la derecha sufre retrocesos en gran parte de Nuestra América dejando oquedades de poder formal que no sin diligencia oportuna ha llenado la izquierda.
En acusado contraste con EU y Nuestra América, en México la derecha se fortalece con el golpe de Estado de Vicente Fox, que culminó con el ungimiento espurio, fraudulento, de Felipe Calderón.
Pero esa fortaleza es endeble. El conservadurismo trata de legitimarse en el poder formal mediante golpes y sombrerazos mediáticos. No convoca más apoyo que el de su magra clientela.
Mas volvamos al tema de los dilemas morales y políticos en EU. Esos dilemas muéstranse en toda su gama en los cenáculos del poder formal y fáctico, aunque permea, sin perspectiva historicista, al pueblo.
Pero es la suerte que corre la ocupación militar estadunidense de Irak y la creciente lista de bajas a resultas de una resistencia tenaz de los lugareños. El costo por el control del petróleo es muy alto.
En la guerra estadunidense contra el terrorismo internacional tiene cada día menor núumero de adherentes en EU. Sin el apoyo de su pueblo, el aventurerismo del señor Bush tiene, inexorablemente, corta vida.
Glosario:
Oquedad: Insustancialidad de lo que se habla o escribe.
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