I
WASHINGTON, D. C., 25 de febrero.--Muy pocos en los círculos del poder en la capital de Estados Unidos registraron de cierto incidente fronterizo que ha tocado fibras sensibles en México.
Trátase del hecho de que obreros civiles estadunidenses que construyen el muro fronterizo ingresaron a territorio mexicano para realizar tareas de soldadura de la citada barrera.
Y es que al capataz de esa cuadrilla de obreros le pareció inconsecuente cruzar la línea imaginaria --que debido al muro es ya física-- para realizar su trabajo y fijar firmemente el muro.
Esa acción, empero, si bien en el macrocontexto estadunidense es una minucia, en el contexto de la relación bilateral adquiere una importancia suma, pues trasciende ciertos linderos históricos.
Y en el contexto mexicano --como el estadunidense, macrocósmico también--, ese sucedido, documentado fotográficamente, conlleva trascendencia. Esa trascendencia tiene, a su vez, razones.
Y las razones son históricas. Es decir, la historia de la relación bilateral, tan trágica para México, ha desarrollado una hipersensibilidad en los mexicanos acerca de la soberanía física.
Vero. Nos agravian las intromisiones de EU --o de cualesquier otros países-- en nuestros asuntos, particularmente si ello se representan en violaciones físicas de nuestro territorio.
II
El agravio, desde la perspectiva de los mexicanos, es doble. Viola EU nuestra integridad física para realizar una obra pública cuyo propósito es ofensiva --insultante-- a nuestra sensibilidad.
La mera construcción del muro, sin duda, es una agresión y, por ello, nos ofende. Y que para consumar esa agresión se cometa otra más es para encrespar ánimos nacionalistas en nuestro país.
Cuando este escribidor trae el tema a colación en encuentros con conocencias viejas y nuevas en los cenáculos de los poderes que son y están en esta capital, la respuesta suele ser de desestimación.
¿Qué importancia tiene ello? Esa es la respuesta de los personeros del área de las relaciones con los países de Nuestra América en el Departamento de Estado o incluso en el propio Congreso estadunidense.
Desestiman la reacción mexicana a este episodio como una ridiculez. "Le están ustedes (los mexicanos) dando una importancia exagerada a algo que carece de ella", nos dijeron en el Departamento de Estado.
¿Podríase calificar esa reacción estadunidense como muestra de insensibilidad? Por supuesto que sí, desde nuestros prismas. ¿Por qué? Porque para los mexicanos los simbolismos tienen poder propio.
Así es. Pero en el caso de los mexicanos, esos simbolismos son realidad, si se quiere con atributos más afines a lo que suélese identificar como realismo. Realismo mágico, añadiríase.
Los simbolismos son, desde luego, manifestaciones insoslayables que para los mexicanos tienen una honda raigambre histórica, por los procesos dolorosos de nuestra evolución social --como pueblo--.
III
Esa evolución, como es bien sabido, ha sido de altibajos, precisamente por la abrumadora --y muchas veces ominosa-- sombra de EU, dada la vecindad geográfica y cultural y nuestra interacción.
Ello es un componente importante en el desarrollo de nuestra identidad como pueblo. Por ello, el episodio fronterizo que nos ocupa hoy adquiere esa carácter de símbolo que para EU es desproporcionado.
Mas tal es nuestra idiosincrasia. El muro es un agravio a nuestra sensibilidad y si para construirlo los estadunidenses cometen otro agravio --uno adicional--, pues el símbolo se desproporciona.
Esa desproporción tiene, desde luego, su causal histórica, lo cual no huelga reiterarlo y recordarlo. Pero la desproporción, a nuestro modo de ver las cosas de la relación bilateral, tiene muchas ironías.
Y una de esas ironías es que nos preocupa, ofende y agravia la violación física, aun en circunstancias atenuantes, porque carecemos de conciencia de que el agravio mayor, el trascendente, es otro.
Vease, si no, lo que sigue: nos agravia que se metan los gringos a nuestro país para consumar un agravio previo --el muro--, pero ignoramos un verismo incontrovertible: México ya no es nuestro.
Ese es un hecho factual. A este México que suponemos nuestro no lo es. Tiene dueño y no somos nosotros. Nosotros sólo lo ocupamos y nos usan otros poderes, los de los consorcios trasnacionales.
Esos consorcios son de EU, España y otros países. Saquean "nuestro" México y lo permitimos y toleramos e inclusive somos cómplices inconscientes de esa rapiña.
No en vano a los estadunidenses les causa risa nuestra reacción. Desde allá nos ven como un territorio inserto en el perímetro de su patio trasero --o traspatio--. Tal es la perspectiva neocolonial.
Glosario:
Raigambre: Conjunto de antecedentes, intereses, hábitos o afectos que hacen firme y estable algo o que ligan a alguien a un sitio.
ffponte@gmail.com