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La Narcoguerra

Fausto Fernández Ponte


I

En ciertos cenáculos del poder formal, las acciones coactivas --militares y policiacas-- del gobierno y, en un sentido inferido, el Estado mismo, contra las empresas del comercio de estupefacientes y psicotrópicos se le llama la narcoguerra.


La denominación es apropiadísima. Es una guerra que libran entre sí las empresas u organizaciones dedicadas al tráfico ilícito de sustancias cuyo consumo tiene consecuencias fisiológicas, psíquicas y, ya no se diga, sociales.


No es, pues, una guerra entre el Poder Ejecutivo --en representación del Estado-- y las citadas empresas dedicadas al execrable comercio de dopar a millones de niños, adolescentes ya dultos jóvenes y maduros mexicanos y en Estados Unidos.


Sin embargo, el Poder Ejecutivo realiza operaciones espectaculares en varias regiones del país, orientadas, según la vocería oficial y oficiosa, a combatir al narcotráfico. No faltan a la verdad los personeros del Poder Ejecutivo. Se apegan a ella.


Pero es su verdad, como se discierne y registra al través de los prismas del Poder Ejecutivo, el cual despliega enormes esfuerzos mediáticos para persuadir a una ciudadanía escéptica de que se libra una guerra brutal contra el narcotráfico.


Pero una cosa es el narcotráfico como entelequia semántica --tráfico de narcóticos--y otra cosa es el verismo de la existencia de empresas u organizaciones dedicadas a un quehacer económico en toda la cadena productiva de ciertos bienes de comercio ilícito.


La denominación, pensamos, es epicena. Y denota que el Poder Ejecutivo se engaña a sí mismo y en ese empeño engaña a su poderdantes, los mexicanos, y el Estado. Se combate al narcotráfico, cuando en realidad no se combate al tráfico de narcóticos.


II

Evidencia elocuente de ello es el saldo del dramático despliegue de actividades militares y policiacas, difundidas en vivo inclusive y a todo color, sin reparar en el costo de la difusión por pago de tiempo a los empresarios difusores.


El saldo es magro: ninguna empresa u organización dedicada al provecho --desde la producción hasta el abasto al consumidor final estuviere donde éste fuere-- ha sido destruida o neutralizada o reducido sus operaciones y el alcance de éstas.


Y ningún personero importante --un chief executive officer, para usar el argot de los hombres y las mujeres en el esnobismo de la cultura calderonista-- o capo di tuti capi ha sido capturado. Hay muchos detenidos. Pero son pececillos. Alevines, no atunes.


No son atunes obesos de omega 3. Estos, empero, viven tal vez en la certidumbre de la protección que le brindan los propios personeros de las instancias coactivas, militares y policiacas, del poder formal. Son intocables. Y, por ello, intocados.


Ello nos indicaría con fehacencia lógica que los personeros del poder formal situados en los andamios más elevados saben quiénes son los jefes de jefes intocables e intocados. Conocen su identidad. Y sabrían, presumiríase, dónde están. Y qué hacen.


Mas no sólo eso. Sabrían incluso cómo hacen lo que hacen. Cómo dirigen sus empresas, las cuales son, subráyese, trasnacionales: se abastecen en Colombia, usan vías marítimas y aéreas privadas y venden al mayoreo y menudeo en México y Estados Unidos.


III

Realizar esas operaciones, mediante contrastación directa o subrogada o subcontratación, implica la existencia de una organización muy compleja, con niveles de sofisticación que obviamente el Poder Ejecutivo ni el Estado mexicano poseen.


Dígase en términos comparativos --a título de ilustración-- que una empresa u organización dedicada al narcotráfico tiene equivalentes en tamaño, alcance de sus operaciones y sofisticación administrativa y gerencial a las de Carlos Slim.


Y una empresa u organización de esa magnitud y de tan obvio éxito debe su tamaño y su eficacia sólo a un agente: apoyo logístico, real o inferido, del Estado mismo o de su vertiente ejecutiva, la del gobierno. Las empresas del señor Slim son monopolios.


Y las de los jerarcas y barones y mogules --los capos, dicho en coloquial mexicano-- de la cadena productiva de estupefacientes y psicotrópicos son también monopolios, sus brazos --tentáculos-- son como los del señor Slim. Llega a todas partes.


Cierto. Monopolizan desde el mercado de químicos --precursores-- para beneficiar materia prima como la hoja de coca, la amapola, etcétera, hasta la compra segura de derivados producidos y la venta, en su turno, al mayoreo y menudeo del bien.


Hágase la pertinentísima salvedad que ciertos personeros del poder formal --en las secretarías de despacho de la Defensa Nacional y Seguridad Pública y la Procuraduría General de la República, por ejemplo-- actúan de buena fe el combate al narcotráfico.


Pero, no obstante su nobleza y convicción, son los menos. Además, no diseñan las políticas ni aplican éstas. Su desempeño es, por ello, heroico. Su heroismo los sitúa en los frentes reales de esta guerra simulada del Estado contra el narcotráfico.


Glosario:

Alevines: Perteneceiente a aAlevín. Cría de cierto peces de agua dulce que se utiliza para repoblar ríos, lagos y estanques.

Entelequia: Cosa irreal.

Epiceno: Común.





ffponte@gmail.com




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