I
Adviértese ya la presencia de un fenómeno acerca del cual el gobierno de México prefiere guardar silencio y/o desestimar o minimizar: la afluencia de turistas extranjeros --estadunidenses y europeos principalmente-- empieza a adelgazarse.
Y la actitud gubernamental --o, por mejor decirlo, de los personeros del ramo del turismo en el gobierno-- es indicio de que existe ya una preocupación en esos círculos del Poder Ejecutivo del Estado mexicano.
No huelga señalar que esa preocupación es un reflejo de lo que parece advertirse ya en ese rubro de la economía cuyo eje central es la hotelería y la provisión de bienes de consumo y servicio al turismo.
En ello se registran coincidencias entre autoridades gubernamentales y los empresarios del turismo. La preocupación en ambos círculos es un hecho insoslayable, manifestados sin tapujos por hoteleros y otros proveedores de atención al turismo.
Empero, esa es la única coincidencia entre los personeros del gobierno y los empresarios del turismo, pues discrepan ampliamente acerca de las causales de esa tendencia, ya documentada, de menor flujo turístico extranjero.
¿Y cuáles son esas causales de lo que parece ser una caída lenta, pero sostenida, del turismo extranjero en México? Para el gobierno, esa caída es un fenómeno cíclico, normal. Para los empresarios del turismo, las causas de esa reducción son otras.
II
En efecto. Esas causas tienen que ver con la imagen de México ante el mundo, conformada por la instantaneidad simultánea de la trasmisión de hechos y sucedidos y análisls de éstos, así como sus orígenes y sus consecuencias.
Esa imagen es negativa. Es la imagen de un país estrujado por una violencia extrema --el martes pasado, por ejemplo, hubo 25 ejecutados en la vía pública en el territorio nacional-- y un gobierno incapaz de garantizar la paz social y la seguridad.
Como consecuencia, esa imagen es la de que México es un país en guerra. Hay cada día tantos muertos como en Irak, invadido y ocupado militarmente por las fuerzas armadas de Estados Unidos contra la voluntad del pueblo iraquí.
Y como país en guerra, en México nadie está seguro, acentuadamente los visitantes extranjeros, pues la violencia extrema se manifiesta incluso en los sitios de mayor atracción turística internacional: Acapulco y Cancún.
A un país en guerra nadie le visita. A Irak, por citar el mismo ejemplo, nadie viaja por imperativos de recreo, de descanso o para romper rutinas o acceder a confines de aventura segura. Sus visitantes son soldados y negociantes de la guerra.
Podríase decir sin pecar de zumbonería macabra que a los viajeros del mundo hacia Irak --o Afganistán, que es caso similar-- les mueve una afán oportunístico de la ganancia fácil, la de la guerra, mediante la venta de todo, inclusive la vida.
III
Esa imagen negativa es rechazada por los personeros del gobierno que preside en lo formal, Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón. Don Sagrado es un mandatario débil pues millones de sus coterráneos lo consideran espurio.
Pero los empresarios del turismo --cuyo grueso está conformado por grandes consorcios trasnacionales de EU y España-- están informados acerca del sentir del turismo estadunidense y europeo y extraen conclusiones conturbadoras.
Nos referimos al llamado gran turismo internacional y, desde luego al turismo medio --el que viaja organizadamente, en grupos, desde lugares distantes-- que es el que realmente sostiene este rubro de la economía.
Señálese que esta consecuencia de la percepción negativa que el mundo tiene de nuestro país ofrece implicaciones variopintas, pues permea no sólo la epidermis del importantísimo quehacer socioeconómico del turismo, sino también otros ámbitos.
Y uno de esos ámbitos es el político. Las relaciones del Estado mexicano con los demás estados --determinadas desde 2000 por los caprichos ideológicos del conservadurismo que controla al Poder Ejecutivo-- acusan deterioro. Un deterioro moral, añadiríase.
Y ese deterioro tiene efectos que se nutren a sí mismos de sus propias contradicciones: descrédito y la pérdida secuecial de influencia. Agregaríase a ello que la imagen negativa de México en el planeta ahuyenta al inversionista de fondo.
Y éste está siendo reemplazado con rapidez por el inversionista en la especulación, que no incide en la producción y el consumo ni crea empleos. Además, este tipo de inversionista no causa impuestos. Como en Irak.
¿Exagerado? Váyase el caro leyente al cotejo de los componentes de la realidad. En Irak nadie está seguro, particularemente los extranjeros. En México, nadie está seguro: ni los que vivimos aquí ni quienes nos visitan por negocio o turismo.
Glosario:
Coterráneo: Natural de la misma tierra que otro.
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