I
Los devotísimos cristianos --católicos, apostólicos y romanos--- del equipo de allegados, afines, cofrades y partiquinos del Presidente de la República Felipe Calderón incurren en cortedad moral y deficiencia ética al acentuar el saqueo de México.
Esa afirmación es un verismo insoslayable. Al saqueo histórico de Petróleos Mexicanos súmase a otro despojo igualmente histórico: el del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado.
En ambos casos la impunidad es sello distintivo de los saqueadores. Es un rapiñar sin constreñimientos ni escrúpulos de laya alguna. Es un pillaje que acusa incluso alegría: trisca que trisca por los ubérrimos campos de Pemex y el ISSSTE.
Abordemos, primero, el caso en Pemex, que es una empresa del Estado --o paraestatal-- sometida de tal guisa que no puede administrarse así misma mediante mecanismos de transparencia y diafanidad propios de los imperativos de salud gerencial.
El saqueo en Pemex es vorazmente brutal. Y tiene muchas formas y modalidades, todas ellas ilegales o, en el mejor de los casos, pseudoslegales o francamente leguleyas --es decir, sofisteras, falaces y de simulación--.
Empero, pese a la simulación --que es grotesca, a nuestro ver--, los saqueadores alardean de impunidad y caen en el cinismo, por lo que simular legalidad es sólo una guisa convencional: se realizan licitaciones, pero éstas son amañadas.
II
Sin embargo, el tipo de saqueo al que aludimos aquí trasciende el ámbito de la cultura de la corrupción, caracterizada por prácticas ya conocidas del cohecho y la complicidad entre funcionarios de Pemex y contratistas en agravio de la empresa,
El tipo de saqueo aquí mencionado es de otra naturaleza. Y deviene del hecho de que la empresa --la que, en lo formal, administra todos los aspectos del aprovechamiento del patrimonio nacional que es el petróelo-- es saqueada por el mismísimo Estado.
En efecto. El Estado financia sus actividades corrientes --muchas de ellas mal distinguidas por ineptitud y corrupción, banalidad y por añadidura criminalmente dispendiosas-- con los ingresos de la paraestatal por comercialización del petróleo.
Para empezar, Pemex es la principal causante de impuestos en México, con los que el Estado financia el 40 por ciento, aproximadamente, de su presupuesto de ingresos y egresos. Ese presupuesto es asaz despilfarrador. Financia, inclusive, imprevistos.
Mas los imprevistos suelen ser de enorme grosor y de tal frecuencia que pierden su condición de imprevistos para adquirir la de previstos. Empero, no se prevé su erogación y lo mismo sirven para cubrir gastos de viaje del Presidente que regalos de navidad.
Al contribuir con su tributación fiscal al mantenimiento del Estado mexicano, Pemex se ve sometida a una enorme presión: carece de recursos en suficiencia estratégica para salirle al paso a los desafíos de modernización y crecimiento.
III
La paraestatal vive en déficit sempiterno. Y, como agregado de peligrosidad extrema, vulnera sus activos --cada vez menores-- aumentando exponencialmente sus pasivos. Ha hipotecado no sólo activos actuales, sino también los prospectivos o a futuro.
Esa hipoteca es, habría que reconocerlo, recursiva. Es decir, el destinatario de los impuestos que causa --el Estado mexicano-- obliga a Pemex a incurrir en prácticas cuya consecuencia es la de que la empresa no es, en términos precisos, nuestra.
Es un patrimonio enajenado, bajo términos de una pignoración leonina, dracoaniana, más allá de los límites de la aberración y lo absurdo. Los activos de la empresa son cada día menos propios y, diríase sin hipérbole, que tales activos no son propios.
La consecuencia de ello es que Pemex no es rentable desde la perspectiva gerencial de una empresa que tiene garantizados sus ingresos --enormes, sin duda--, pero atrozmente saqueada legal e ilegalmente; es decir, tributariamente y mediante la corrupción.
El saqueo tributario y el de la corrupción propiamente definida han llevado a Pemex a hipotecar sus ventas a futuro. Un futuro, añadiríase, incierto, pues la empresa carece de recursos para financiar su producto principal, la riqueza fósil en el subsuelo.
La hipoteca tiene una expresión alambicada conocida como Pidiregas, que es un acrónimo de Proyectos de Inversión con Impacto Diferido en el Registro del Gasto. Esta rimbombancia nominativa oculta una realidad terrible: la deuda de Pemex es impagable.
Los mexicanos --que no vemos ni sentimos los beneficios del aprovechamiento del petróelo que es constitucionalmente patrimonio nuestro-- tendremos que asumir esa deuda, secuela de la inepcia e irresponsabilidad y rapacidad rampante de nuestros políticos.
Glosario:
Erogar: Distribuir, repartir bienes o caudales.
Pignoración: Acción y efecto de pignorar. Dar o Dejar en prenda, empeñar.
Sempiterno: Que duarará siempre.
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