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Las Otras Guerras

Fausto Fernández Ponte



I

El Poder Ejecutivo --o, por mejor decirlo, el titular de éste, Felipe Calderón-- libra una guerra contra la vertiente del Crimen Organizado dedicada al tráfico de estupefacientes y psicotrópicos.


Señálese que esa guerra se caracteriza por despliegue espectacular de fuerzas armadas --del Ejército, la Marina Armada y la Fuerza Aérea-- y acciones realizadas con igual dramatismo.


La vertiente narco del Crimen Organizado ha respondido con arreglo a los imperativos de la Ley del Talión --ojo por ojo-- y ante la sorpresa del Ejecutivo, ha mostrado enorme capacidad de respuesta.


Ello ha evidenciado la impreparación de las fuerzas usadas por el Poder Ejecutivo, acusadamente en los mandos altos del Ejército y la Marina Armada. A ello súmase la impreparación del mando supremo.


Este --el mando supremo-- no ha sabido salirle al paso a los desafíos estratégicos que plantea la guerra contra las organizaciones dedicadas al tráfico ilícito de sustancias prohibidas.


EL equívoco ha tenido consecuencias terribles: doctrinariamente, las Fuerzas Armadas no están capacitadas para realizar trabajo policiaco, cuya premisa filosófica mayor es la de prevenir el delito.


Por añadidura, ese trabajo de prevención se realiza --por lo menos en teoría-- en un marco jurídico regido por una preceptividad civil y a la vez civilista y de indudable naturaleza social.


Esa cultura es ajena a las Fuerzas Armadas de México, cuya conformación y rigideces castrenses representan obstáculos insalvables para el desempeño de cualesquier misiones preventivas-coactivas.


II


Mas no es esa la única guerra que el señor Calderón libra. No. También ha desatado acciones en ámbitos geográficos concretos: Chiapas, Oaxaca, por mencionar los más evidentes.


Despliega el señor Calderón acciones bélicas organizadas contra grupos sociales y etnias e incluso gremios que considera en rebeldía o en insurgencia contra el poder que emblematiza y representa.


Así, como insurgencias y rebeldías, don Felipe y sus allegados y afines en los círculos en donde él está ubicado como centro de mando consideran que esos grupos y gremios deben ser reprimidos.


La modalidad de represión es conocida por los especialistras como guerra de baja intensidasd, así denominada porque las tácticas empleadas se sustraen de las definiciones convencionales.


Y es que la táctica de guerra de baja intensidad permite incorporar en la doctrina militar de la represión a grupos civiles policiacos y paramilitrares, así como bandas mercenarias.


Y esa es la guerra que se libra contra los zapatistas --que ocupan territorio chiapaneco de gran valor estratégico dados sus vastos recursos naturales-- y contra el pueblo de Oaxaca.


Esta guerra de baja intensidad también tiene por teatro de operaciones en los gremios --maestros, principalnmente, y trabajadores del campo y la ciudad en general-- y grupos disidentes organizados.


En esa guerra de baja intensidad participan, inclusive, civiles de Estados Unidos bajo guisas de cooperación bilateral en programas que paradójicamente son descritos como para fomentar la paz.


III


Todo ello le plantea al señor Calderón disyuntivas tácticas: la distracción de recursos humanos para librar varias guerras simultáneamente y bajo, al menos, dos modalidades.


La represión, pues, ocurre por doquier. Empero, reprimir es un vocablo eufemístico por el de destruir. Trátase de destruir disidencias sociales organizadas y discrepancias políticas sostenidas.


Este activismo insurgente --discrepador y disidente-- ocurre a extramuros del marco institucional vigente, que ha resultado de contrarreformas realizadas al implantarse en México el neoliberalismo.


Ese marco, como bien sabríase, ha sido rebasado por la realidad social. No adviértese desde hace varias generaciones incongruencias entre la realidad social y el andamio jurídico.


El andamio --que exhibe fracturas severas-- es la justificación espuria y falaz para intensificar el proceso de entrega de México a particulares cuyo modus vivendi es, precisamente, saquear al país.


El saqueo es más intenso y se ha hecho más evidente. La plutocracia calderonista ha acelerado el paso para ampliar la contrarreforma constitucional iniciada en el sexenio de Miguel de la Madrid.


Mas en la medida que esa contrarreforma vaya más lejos --más, incluso, de la que la llevó Carlos Salinas-- las insurgencias seguirá surgiendo como hongos y don Felipe tendrá que librar más guerras.


Las fuerzas del poder --las convencionales y las que actúan bajo la doctrina de la baja intensidad-- no serán suficientes para reprimir. De hecho, ya se ve ello: hay descontento en el Ejército.


Glosario:

Mas: Pero, sino.

Plutocracia: Preponderancia de los ricos en el gobierno del Estado.

ffponte@gmail.com









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