I
Los mexicanos que han vivido y viven y viajan constantemente por el mundo descubren --o confirman, según el caso-- que muchísimos pueblos tienen de México la percepción de ser un país de hombres violentos y que la violencia es un estilo de vida.
Y no es errada esa percepción. Sin embargo, no deja de sorprendernos. ¿Por qué? Porque, dicho con llaneza y de la manera más lisa, no estamos ni somos conscientes de que la violencia preside gran parte de las relaciones humanas.
Trátase, desde luego, de una gama variopinta de violencia, desde la verbal y gesticulativa hasta la física, con sus secuelas que incluyen, obviamente, el prejuicio extremo y el perjucio final.
Véase, si no, lo que sigue:
1) Todos los días son ejecutadas personas en la vía pública o en lugares abiertos, desde calles y banquetas y plazas hasta restaurantes y centros recreativos incluso familires.
2) Una de cada cinco mujeres mexicanas sufre lo que suele conocerse como violencia de pareja y la proporción es similar con respecto a los menores de edad. Por añadidura, tanto a mujeres como a menores se les explota laboralmente y hasta se les esclaviza.
3) Se secuestra y se desaparece cotidianamente a personas, a quienes, como agregado macabro, se les tortura. México es uno de los países que ostentan el campeonato mundial de tortura.
4) También es México uno de los principales países violadores de derechos humanos. Esas violaciones tienen por autoría impune y cínica al propio poder formal, el del Estado y el gobierno que lo representa.
II
Es un hecho objetivo y factualmente establecido y discernido que aquí existen grupos sociales y gremiales vulnerables en mayor o menor grado. El grupo social más victimizado es el de los descendientes directos de los antiguos pobladores de México.
Sin duda. Los llamados indígenas sufren discriminación de toda laya y clase y tipo. Son despojados de sus bienes comunales y apropiados bajo régimen privado por particulares. Se les niega acceso a la educación y al mercado laboral.
Además, se les encarcela no por la comisión premeditada, alevosa o ventajosa de delitos, sino por no hablar o entender la lengua castellana ni mucho menos las leyes tanto federales como locales.
Se les persigue socialmente. Se les acosa culturalmente. Les impedimos mediante socaliñas perversas ejercer sus derechos constitucionales como mexicanos. Les impedimos en la práctica la vigencia de sus instituciones ancestrales, de probadísima eficacia.
Tan terrible vulneración de este grupo social asaz importante --conforma entre el diez y el 15 por ciento del total de la población de México-- se agudiza cuando se trata de la mujer indígena, sometida por un sistema todavía colonial y el machismo.
El sistema colonial es, desde luego, acusadamente machista, a lo que sumaríase el machismo identitario en las comunidades indígenas, no distintas de las sociedades como la nuestra, en donde la dominación de género tiene por constante la violencia.
El machismo es un fenómeno muy complejo de dificilísima erradicación y exhibe peculiaridades conturbadoras: a mayor inseguridad en la psique masculina colectiva, mayores son las manifestaciones de afirmación y reafirmación de género.
III
Un grupo gremial muy vulnerable es el de los periodistas, definidos éstos como aquellos que difunden hechos y sucedidos e ideas y opiniones, independientemente de su condición laboral. Su ejercicio difusor implica peligros graves.
México es el paìs que ocupa el primer lugar en el mundo con el mayor número de periodistas asesinados o desaparecidos, habiendo desplazado de ese sitial a Colombia. Empero, le supera Irak, pero en ese país se libra una guerra.
Esa guerra --no huelga mencionarlo a la pasada-- fue detonada por una ilegal invasión extranjera encabezada por las fuerzas armadas de Estados Unidos y la ocupación subsiguiente. Es una típica guerra de agresión y rapiña: control del petróleo iraquí.
Ese episodio --la invasión militar y la ocupación secuencial-- han detonado una guerra que escapa a la definición convencional de brutalidad, pues es una de resistencia al invasor y, a la vez, entre facciones religiosas y étnicas.
Pero en México el contexto es, por lo menos en el discurso político, de paz, aunque ciertos indecisos nos describen, no sin eloocuencia, que en realidad vivimos un conflicto civil con manifestaciones aberrantes de violencia.
Ese conflicto civil --equivalente moral a una guerra-- que estruja a la sociedad mexicana presenta aspectos de gran peligrosidad: el vacío de autoridad real, el corto alcance normativo y coactivo del poder y la erosión de la credibilidad política de éste.
En un entorno socioeconómico y sociopolítico como el descrito, la mujer en México es exaltada una vez más como icono cultural y colocada en un elevado pedestal de hipocresía para mediatizar sus afanes liberacionistas.
Glosario:
Socaliñas: Ardid o artificio con que se saca a uno lo que no está obligado a dar.
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