I
Para comprender las grandes movilizaciones de trabajadores en masa que ocurren en Estados Unidos y México imprescindible sería definir el papel del trabajo en esos dos países.
Trabajadores somos usted y yo, caro leyente, al margen de que seamos maestros o ingenieros, abogados, médicos, meseros o albañiles o escritores y/o periodista.
Adviértase, a título de salvedad, que las formas de organización económica y las sociales estadunidense y mexicana son diferentes, aunque con denominadores comunes.
Las diferencias, señálese, son cuantitativas, pues en lo cualitativo exhiben una relación dialéctica propia que la experiencia histórica describiría como dependiente.
Y es que, en efecto, la forma de organización económica de México es dependiente de la de EU, entreverándose esa dependencia con otros aspectos de la vida en ambos países.
Caso en punto --de libro de texto, diríase-- es el diseño y la aplicación del Estado mexicano en materia de derechos sociales, en particular los de los trabajadores.
La dependencia crea una fuente casi inagotable de recursos humanos --trabajadores emigrantes e inmigrados-- de la cual EU se abastece con arreglo a sus propias necesidades.
II
Esa reserva de recursos humanos crece exponencialmente, conforme la dependencia económica se acentúa y subordina para sí los mecanismos de decisión política de México.
Al crecer de modo tan acentuado, la reserva de recursos humanos en México y desbordarse sobre la frontera con EU crea, predeciblemente, una nueva realidad en el vecino.
Y esa realidad es social, desde luego, y por ende, cultural, modificando incluso la correlación de cosas y componentes del mapa económico y, desde luego, político.
La corriente modificación de dicho mapa mueve a temores --a nuestro ver, infundados-- en ciertos estamentos del poder en EU que, a su vez, inducen conductas colectivas.
Una de las expresiones de esa conducta colectiva inducida es la de la fobia a los inmigrantes extranjeros no europeos, en particular los que proceden de México y nuestra América.
La xenofobia estadunidense se manifiesta de maneras mil, desde las sutiles hasta las grotescas. Empero, todas tienen un ápice convergente: la explotación de los trabajadores
De ello tienen conciencia los trabajadores mexicanos --entre 11 y 12 millones sin documentos-- y quienes les precedieron y los descendientes de éstos y aquéllos.
Las diferencias entre las formas de organización económica y estructuras sociales de ambos países son, a nuestro ver, de tamaño, principalmente, así como de forma, mas no de fondo.
III
Y es que, en efecto, la economía estadunidense es, como la mexicana, muy desigual, muy injusta y muy inicua. La pobreza abarca a vastos estamentos de la sociedad aquí y allá.
Esas peculiaridades tienen que ver con a) el grado de desarrollo de ambas economía y b) el tamaño de dichas formaciones económicas. La menor desarrollada es dependiente.
Este contexto nos identifica una misma causal de las movilizaciones en ambos países y, simultáneamente, descorre los velos que solían ocultar el rostro del enemigo común.
Y ese enemigo común es el poder real, el de los grandes consorcios trasnacionales, dueños de estados, gobiernos y ejércitos, que disponen de capital en todas sus modalidades.
En México, las movilizaciones de trabajadores en masa son expresiones de una toma de conciencia, la cual ocurrió por catálisis: le tragedia mineras y la torpeza del gobierno.
Aquí, el gobierno quiso capitalizar el drama de Pasta de Conchos como coyuntura y someter a los sindicatos. La secuela es peligrosa dada la proximidad de las elecciones.
Glosario:
Apice: extremo superior o punta de algo.
Catálisis: transformación química motivada por sustancias que no se alteran en el curso de la reacción.
Dialéctica: arte de dialogar, argumentar y discutir. Capacidad de afrontar una oposición.
Estamento: estrato de una sociedad, definido por un común estilo de vida o análoga función social.