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La Ley Gordillo (1/2)

Fausto Fernández Ponte



I
La Ley del Instituto de Seguridad y Serviciios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) fue aprobada por el Poder Legislativo a contrapelo del sentir general. Ello equivale moralmente a traición.


En efecto. Los legisladores --quienes representan, por lo que toca a los diputados, a los ciudadanos de los 300 distritos electorales de México-- actuaron con arreglo a componendas de un poder fáctico.


De igual guisa, los senadores --que representan a los estados y el Distrito Federal-- sometieron su quehacer a los imperativos de ese mismo poder fáctico, movidos --piénsase en el ágora-- por la estulticia.


Esta actuación, lamentablemente, es frecuente. Los hombres y las mujeres que la ciudadanía envió al poder Legislativo a defender sus intereses hacen precisamente lo opuesto. Agravian, conculcan y vulneran esos intereses.


Por ello, la percepción generalizada en la ciudadanía de que los intereses populares han sido traicionados por los legisladores que trocaron su deber de servir a la ciudadanía por la conveniencia personal y facciosa.


Subordinaron, pues, su voluntad a intereses mezquinos, los que se emblematizan en los de Elba Esther Gordillo, mujer poderosa que, en su turno, es un icono mismo de la corrupción en México.


La señora Gordillo, dirigente magisterial y mujer con influencia de enormidad transversal en el Poder Ejecutivo y, ahora, obsérvase, también en el Legislativo, actuó sin tapujos, no siempre tras bambalinas.


II


Y su actuación reúne componentes que la definen, a la luz de la ciencia política, como un golpe de Estado en representación propia y de los intereses que abandera, coincidentes con los del Poder Ejecutivo.


Más allá de los confines de ese Poder --que es el formal, pero dominado por el fáctico, el de doña Elba Esther-- las premisas y los silogismos de esta mujer coinciden con las del vero mero, el mismísimo Estado mexicano.


¿Y qué clase de Estado es el mexicano? Es obvio que se nos configura y exhibe como un Estado insolidario, desnaturalizado ideológica y políticamente pues desvirtúa su papel como la expresión de poder del pueblo.


Estado desnaturalizado, pues, dos de cuyos tres poderes abdican de su deber moral y ético y se prestan, como cómplices cínicos, al coup d´Etat cuyo arquitecta e instrumentadora central ha sido la señora Gordillo.


Ha movido este personaje de siniestra laya sus alfiles: el director del ISSSTE, Miguel Angel Yunes, y a los diputados y senadores de partidos políticos con afinidades orgánicas y entreveramientos faccionalistas.


Ese trasvestismo ideológico y político sólo sirve a los fines de los intereses más oscuros del poder fáctico. Dicho trasvestismo --hoy mujer, mañana hombre, intercambiables condiciones-- define la cultura política.


O, por mejor decir, la cultura política del poder que, no en vano, atraviesa por una crisis profunda. La crisis del poder se confirma --preciso es subrayarlo-- en el coup d´Etat de la señora Gordillo.


III


Pero, a todo ésto, ¿por qué la ciudadanía impugna la Ley Gordillo y expresa sin reticencias y con irritación en la vía pública su repudio? Primero, porque es un precedente peligrosísimo de saqueo legaloide del país.


Y, segundo, porque apuñala aviesamente al corazón mismo de la filosofía social por la que murió un millón de mexicanos de 1910 a 1917 y atenta, de esa guisa, la concreción práctica de ese ideal en prestaciones materiales.


El ISSSTE fue creado bajo esa inspiración que confirma que es posible convertir ideales --los plasmados originariamente en la Constitución de 1917-- que se suponían utópicos en una realidad tangible.


Y ello es exactamente lo que trátase de desmantelar. El objetivo es la de actuar los desvalores de la corrupción --acceso a recursos financieros fluidos, pero al costo aberrante, por monstruoso, de la inseguridad social.


Para lograr ese objetivo --el de la prevalecencia impune y, por tanto, cínica, de los desvalores de la corrupción gordillista-- el señor Yunes, cofrade y partiquino de doña Elba Esther, erguye la lógica de la ganancia.


Y ello define la laya real del Estado mexicano y el Poder Ejecutivo: laya regida por los imperativos del neoliberalismo, los de que inclusive el Estado mismo debe ser una empresa comercial y no social ni política.


Mas el Estado neoliberal no ha sido, ni con mucho, empresa comercial exitosa. No ha sido ni lo es --ni lo será-- rentable. La lógica yunista se sustenta sobre premisas falsas. La tramoya es la corrupción. No más.


Glosario:


Erguye: Relativo a ergullir: Cobrar orgullo, envancerse.
Silogismo: Argumento que consta de tres proposiciones, la última de las cuales se deduce necesariamente de las otras dos.


ffponte@gmail.com





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