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La Descomposición

Fausto Fernández Ponte


I

La celebración del aniversario de la espuria victoria electoral de Felipe Calderón fue elocuente: confirmó sin tapujos que la forma de organización política prevaleciente sufre una crisis severísima.

Y esa crisis tiene síndromes a plenitud: descomposición de sus componentes y agentes cohesionadores que, en dramático contraste, no cumplen su fin. No hay cohesión en la forma de organización política.

Y lo que sí hay --tal es la secuela-- es una crisis del poder formal y, en ese contexto dialéctico, una crisis del Estado y sus instituciones. La espuriedad prevaleció. Prevalece aún.

¿Por qué? Porque el poder formal --el Estado-- no es la consecuencia de un contrato social, entendido éste en su sentido rosseauniano. En México, la sociedad y el poder están divorciados.

Ese divorcio, empero, no es de reciente origen, aunque sí se ha acentuado en los últimos años --desde el sexenio de Carlos Salinas--, habiendo alcanzado el pináculo en la coyuntura electoral del 2006.

La inexistencia de ese contrato social se remonta a los sexenios civilistas del poder formal, desde el de Miguel Alemán, aunque se hizo notoria durante los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría.

II

Para ese entonces, el contrato social --el de la Revolución Mexicana-- había perdido vigencia, pues el poder se ejerció bajo socaliñas y simulaciones monstruosas, las de la dictadura perfecta.

Pero, a todo ésto, ¿qué es un contrato social? Hobbes, Locke y Rosseau, entre otros, lo enunciaron con nitidez. Es una suerte de acuerdo tácito, no escrito, entre los individuos.

Mediante ese acuerdo tácito, los individuos arribarían a una forma de convivencia social en la que el poder, sometido a la ley, se coloca al servicio del respeto de las prerrogativas de todos. De todos.

Esto nos lleva a la tesis hobbesiana del contrato social. Por su natural condición, el hombre está animado por un deseo insaciable de poder. Ello convierte la convivencia en permanente estado de guerra.

En Leviatán --publicado en 1651--, Hobbes describe al hombre como "el lobo del hombre". Mas el hombre es también un ser dotado de razón y buscó y halló la manera de superar ese "estado de naturaleza".

Así pues, "contractualmente" los hombres convinieron todos sus derechos naturales a favor de la colectividad. Se constituyeron de esa guisa en sociedad política: contrato social y estado de sociedad.

III

Rosseau desarrolló esas ideas y, con ello, ejerció imponderable influencia sobre los hechos revolucionarios en Estados Unidos y Francia e inspiró el derecho público moderno en Occidente.

En su obra capital, precisamente El Contrato Social, publicado en 1762, Rosseau le dio a este instrumento la categoría de postulado de la razón y no de sucedido histórico.

Rosseau le dio, pues, al contrato social un sentido puramente deontológico, para acentuar la necesidad racional para concebir al Estado como fruto de la convergencia de voluntades.

En México, el Estado no es --reitérese: no es-- resultado de una convergencia de voluntades, sino la herramienta de una élite --una mafia, la define Andrés Manuel López Obrador-- de poder.

Y ello explica los hechos y sucedidos cotidianos que nos describen una profunda crisis del poder e inferidamente del Estado mismo. Sin un contrato social, el Estado vive en secuestro. Plutocracia.

Y hay anomia --relajamiento del respeto a las normas morales y jurídicas-- no sólo en la sociedad misma, sino en el poder (o sea el Estado). Quienes conforman el Estado viven por el poder mismo.

En ese contexto se inserta la celebración del "triunfo" calderonista de hace un año. Es un triunfo pírrico, ajeno a los intereses del Estado mismo y, ergo, de la sociedad.


ffponte@gmail.com
Glosario:

Deontológico: de deontología. Ciencia o tratado de los deberes.

"Dictadura perfecta": expresión acuñada por el escritor Mario Vargas Llosa para describir al sistema político mexicano.

Pírrico: falsa victoria. Se aplica a la danza usada en la antigua Grecia en la que se imitaba un combate.

Plutocracia: gobierno de los ricos.



Infiernillo

Carlos Slim

Por Faustófeles

Slim es ya el hombre más rico

en el mundo que le envuelve:

mientras más rico se vuelve

hay más de pobres un pico.




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