I La situación que en lo general prevalece en México es deprimente y el Estado mexicano no parece haber caído en la cuenta, como tal, de esa realidad pues no actùa para superarla. Tampoco actúa en ese sentido el Gobierno que representa al Estado.
Véase, si no:
1) La economía exhibe cortedades estructurales que se traducen en desigualdad e injusticia, emblematizada en la concentración de la riqueza en unos cuantos.
2) En lo polìtico, los personeros del Estado --y, ergo, los del Gobierno-- no muestran aptitudes para ejercer el poder bajo las premisas morales y éticas propias de una forma de organización democrática. No se hace polìtica fina ni cualitativa.
3) En lo social, los mexicanos padecemos los efectos de ciertos fenómenos contrapuestos en el espectro dialéctico: por un lado, carecemos de conciencia de que vivimos sometidos a una manipulación y control, más por otro lado sufrimos anomia.
4) En lo cultural, la inconciencia social --la falta de conciencia colectiva-- induce nuestra psique a comportamientos que se manifiestan en la búsqueda y hallazgo constante de espitas por la cual dejar salir energía societal que podría tener otra aplicación.
Abúndese en ésto último: el alcoholismo aumenta --y, con ello, sus secuelas terribles--, a resultas de inducimientos promovidos por los medios de control social (como los de la difusión) y la mismísima forma de organización económica prevaleciente.
II
Y así como el alcoholismo es una espita por la cual millones de mexicanos dejan escapar sus frustraciones --fuerzas de la enajenación social--, el consumismo de la llamada comida chatarra resulta en un problema gravísimo de salud pública: la diabetes.
La cultura del consumismo --y la obesidad-- es acervo experiencial colectivo. Consumir lo que no necesitamos y, sobre todo, lo que nos hace daño, a la larga. La forma de organización económica fomenta inducir el consumo obsesivo y compulsivo.
Hoy, los centros comerciales --grandes tiendas, la mayoría de origen trasnacional-- son los centros culturales de México. La gente acude a ver, a desear, a anhelar, a divertirse y, acusadamente, a comprar lo superfluo. Es obsesión. Compulsión.
Mas de esas compulsiones no tenemos conciencia. Actuamos mecánicamente, sin saber que quienes nos venden cuentas de vidrio a cambio de nuestro endeudamiento cada vez mayor financian a los políticos que hacen posible que ese estado de cosas continúe y crezca.
Y ese estado de cosas crea angustia colectiva --créditos al consumo por pagar que otorgan las trasnacionales que nos venden al menudeo-- y tiene devenimientos que se traducen en enfermedades mentales y/o psicosomáticas.
Por supuesto, es un hecho que millones de mexicanos viven al margen de esa cultura y que jamás han visitado un Wal-Mart o un CostCo-- y cuya marginación no los sujeta a la subcultura del crèdito y el endeudamiento creciente y constante. Son los pobres.
III
Los pobres formales. Los de la estadística. A esos millones --casi 50, según el Gobierno-- se añadirían otros 20 millones, los que viven en extrema pobreza o, por decirlo sin tapujos ni eufemismos, en la miseria. Son cifras gubernamentales.
Los otros 30 millones restantes son los de la cultura del consumismo obsesivo. Conforman una fuente cautiva --y cautivada por las trampas de la mercadotecnia y sus aspiraciones de movilidad social, fomentadas con artificios-- de ganancia para los Slim.
Los Slim --mexicanos y trasnacionales-- no son muchos. Pero lo suficientemente poderosos para influir en el poder formal, el del Estado, y su representante, el Gobierno, para que éstos sean garantes de que el estatus económico continùe.
Estos Slim --los de aquí y los que nos vienen de Estados Unidos y España-- no se miden: su voracidad se manifiesta en la práctica inicua, premeditada, alevosa y ventajosa del redondeo. Por ello, ganan miles de billones de billones.
El estado de cosas económico privilegia también, y acusadamente, a los bancos que siendo extranjeros --trasnacionales-- se dicen mexicanos. También financian a políticos para asegurarse que la situación que les beneficia con largueza no será alterada
La concatenación es círculo: una economía de consumo brutalmente injusta, una sociedad sometida a imperativos de los intereses econòmicos mediante abuso de los medios de control social --que crea una cultura-- y la complicidad mercenaria de los políticos.
ffponte@gmail.com Glosario:
Concatenación: de concatenar. Unir o enlazar unas cosas con otras.
Enajenación: de enajenar. En sociología, las relaciones entre las cosas (mercancías, productos)expresan en realidad relaciones entre los hombres. Es un fenómeno unicado en el ámbito de la conciencia.
Espita: válvula de escape de presión.