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República Simulada

Fausto Fernández Ponte



I

La situación social y política en México es volátil. Es decir, es inconstante. Mudable, añadiríase a fuer de precisión. Ello nos habla de una severa crisis del poder formal --el del Estado--.


Y nos habla, por añadidura, de la imposponibilidad urgente de realizar una reforma de Estado que, a nuestro ver, más que reformadora debería ser refundacional.

Sí. Refundacional. La crisis plantea ir más allá de una reforma: fundar un nuevo Estado mexicano, uno que responda a los intereses de la sociedad --las fuerzas sociales-- y no a las fuerzas del poder.

Las fuerzas del poder son políticas --los partidos, por ejemplo; los grupos económicos de influencia y, ende, de presión-- y, por esa vera naturaleza, ajenas a los intereses de las fuerzas sociales.

Señálese que la diferencia entre fuerzas políticas y fuerzas sociales es cualitativa, aunque a veces, en ciertas coyunturas y contextos, esa diferencia sea común e indistinta.

En el caso de México, la crisis del Estado --y, por tanto, de sus instituciones como la del gobierno-- deviene de su identidad misma: es una entidad dominada por intereses de grupo, de élite y de facción.

II

Y esos intereses han desvirtuado la esencia misma de la institución del Estado en México, habiéndose llegado al extremo macabro de simular una república. México, la república simulada. Simular un Estado.

En efecto. Las instituciones del Estado --los Poderes de la Unión, los Poderes locales e inclusive el ayuntamiento-- padecen esa crisis, la cual se describe a sí misma por su definición.

Una crisis es, en su acepción general, el momento de ruptura en un sistema o el trance de colapso en el que cae un proceso vital de la naturaleza, el hombre o la sociedad. Tal es el caso que nos atañe.

Algunos --no pocos-- registran esta crisis como una de gobierno, mas no del Estado. Pero otros, tal vez los más, la disciernen como una crisis del poder formal y, ergo, del Estado. Sistémica.

Mas fuere cual fuere la percepción, lo que emerge es que la crisis es el punto más bajo de un ciclo de deterioro de algo: la salud, el sistema nervioso, el proceso social, la política, la economía.

Los reformadores tienen, sin embargo, móviles antipodales --opuestos y polares-- identificados por los intereses que conforman, representan, abanderan y adelantan.

III

La reforma del Estado para las élites de poder es distinta para las clases medias o las clases marginadas --la mayoría de la población--, lo cual nos lleva a concluir que reformar es una pugna de poder.

Pugna de poder entre los grandes actores en el escenario de la potestad económica y política --quienes se ostentan como los dueños de México-- y los actores del poder social y popular. Este no tiene voz.

¿Cuáles son las causales de esta crisis del poder formal (o sea el Estado)? A nuestro ver, por la sobrecarga en el ámbito social de demandas contra un sistema que ya no es capaz de atenderlas.

La interacción de esas mismas demandas sociales y la toma de conciencia ciudadana de que el Estado es incapaz de atenderlas por las razones que fueren se ha traducido en volatibilidad.

A ello añadiríase un componente de inestabilidad más: la percepción --a la luz de ciertas conductas de personeros del Estado-- de que éste identifica al pueblo como un enemigo que lo acosa.

Así, los personeros del poder se conducen como si viviesen acosados por el pueblo. Ese complejo de acoso entraña y conlleva peligro: el del ejercicio reactivo de las potestades estatales.


Glosario:

Acosa: del verbo acosar. Perseguir sin dar tregua o descanso.

Antipodales: que están situados en las antípodas. Opuestos.

Reactivo: de reacción.



ffponte@gmail.com










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