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Versus el Pueblo

Fausto Fernández Ponte


I Aun para aquellos gobernantes identificados por sus actuaciones como tales como individuos situados en el lado derecho del espectro ideológico y político de la filosofía del poder formal, el pueblo es el adversario. O el enemigo.

Esa aserción que antojaríase la proverbial perogrullada acusa, por ello mismo, el atributo del axioma. Mas en el caso del México de hoy, esa peculiaridad axiomática se confirma día a día. Es, pues, el gobierno --sino el Estado--versus el pueblo.

Reitérese: versus el Pueblo, con mayúscula. Predeciblemente, el Pueblo, sintiéndose agredido por un gobierno --o el Estado mismo-- al que no siente representativo de sus intereses existenciales como nación histórica, reacciona.

La agresión del poder formal --el del Estado y el gobierno que por convención legalista representa a éste-- atenta incluso contra el quid identitario que deviene de uno de los acervos patrimoniales más visibles, como el petróleo).

Empero, la cosmovisión de esa derecha que registra, dimensiona a identifica al pueblo como su adversario o enemigo diríase histórico y no como su mandante, nos habla de una cerrazón intelectual y psicológica peligrosísima en el poder formal.

Esa cerrazón --ignorancia, insensibilidad y sus secuelas, indiferencia, prejuicios, intolerancia y represión autoritaria-- de los gobiernos de la derecha ideológica y política tiene fehacencia histórica; está, pues, prolijamente documentada.

II Pero la interacción de esos componentes del contexto dentro del cual ocurren las actuaciones del gobierno que encabeza el Presidente de Facto, Felipe Calderón, e importantes vertientes en los otros Poderes de la Unión --el Estado, pues-- es crucial.

Y su crucialidad reside, por un lado, en que el Pueblo de México parece haber tomado conciencia de que es agredido; por otro, la concientización se expresa en la movilización social emblematizada en la exigencia de un debate y la consulta popular.

La agresión del poder ejercido por la derecha ideológica y política al Pueblo de México no es, desde luego, fenómeno reciente. En el período posrevolucionario esa agresión se inicia fedatariamente en el sexenio de Miguel Alemán Valdés.

Y desde ese sexenio hasta el actual --el del tristemente célebre señor Calderón-- todos los gobiernos han sido de orientación ideológica y política de derecha. Han gobernado no para el Pueblo de México, sino contra éste, como lutocracias.

En esos 72 años, los gobernantes actuaron en escenarios con tramoyas y telones de fondo pseudo reivindicadores, postulados por un partido político que en el discurso se ostentaba como revolucionario. Simulaban ser de izquierda. Pero eran de derecha.

Allí se originó la etapa más perversa de la simulación que caracterizó al entonces admirado sistema político mexicano. Un gobernante que se ostentaba de izquierda --Luis Echeverría-- es un genocida; su predecesor, Gustavo Díaz Ordaz, era un matón.

III En los hechos, actuaron versus el Pueblo de México, al que veían como adversario y en no pocos casos como enemigo mortal, al que no podían destruir pero sí mediatizár, engañándolo para mellar su conciencia y reprimiendo sus anhelos democráticos.

La simulación --que encubría la corrupción y la impunidad en el ejercicio ventajoso y alevoso del poder-- hizo posible el fenómeno de privatizar el patrimonio no sólo petrolero, sino también energético, minero, agrario, etcétera, de los mexicanos.

El patrimonio petrolero empezò a ser privatizado por el gobierno desde el sexenio del ya citado Alemán, pero alcanzó proporciones colosales en los de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y el actual, el Presidente de Facto Calderón.

La movilización popular en defensa del patrimonio petrolero es, nótese con énfasis, pacífica, legal --constitucional-- y sobre todo moral, por la vía no violenta, cuyo detonante es precisamente el declarado intento de privatizar un bien social.

Más la derecha ideológica y política en el poder formal parece convencida de que la movilización social --que no ha adquirido aun visos de insurgencia-- es obra de un individuo, Andrés Manuel López Obrador. No. Es obra del Pueblo mismo y sus subrogados.

Esos subrogados son trabajadores en sindicatos independientes, intelectuales, educadores --maestros y periodistas--, amas de casa, en un etcétera variopinto en términos de la dialéctica del abigarrado mosaico societal mexicano. Proseguiremos mañana.

ffponte@gmail.com
Glosario:
Abigarrado: de varios colores, heterogéneo.
Crucial, crucialidad: dicho de una situación o de un momento crítico o decisivo.
Fehacencia: cualidad de fehaciente. Comprobado. Demostrado. Verdadero.
Identitario: relativo a la identidad.
Quid: esencia, punto más imoortante o porqué de una cosa. meollo, miga, médula.
Versus: contra, frente a.


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