¿Posponer Elecciones? (1/2)
Fausto Fernánmdez Ponte
23 de mayo de 2006
I
La muerte violenta, registrada apenas por los medios de difusión masiva, de 11 individuos en cinco estados de la Federación Mexicana hace días, agudiza el temor social.
O, dicho de otra guisa, el temor de la sociedad por la violencia cada vez más generalizada en México. Esa violencia acusa el doble atributo de ser causal y consecuencia.
De cualesquier maneras, esa violencia es un síntoma conturbador, que mueve a casi todos los mexicanos a modificar sustancialmente la cosmovisión colectiva y su estilo de vida.
Sabemos, por experiencia propia, cuáles son las consecuencias corrosivas de la violencia generalizada. Sus efectos y secuelas son parte ya de la existencia social.
Y son parte, asimismo, de las subyacencias más profundas de la psique mexicana. Nos estamos habituando culturalmente a vivir en la violencia. No nos sorprende ni nos asombra.
Ello es un verismo insoslayable. Ya no mueve a sorpresa ni a asombro los asesinatos cotidianos en nuestras calles y plazas y a veces a las puertas mismas de nuestras casas.
Sin embargo, esa habituación --una adaptación, realmente-- no nos ha impedido advertir lo aberrante de esta anomalía.
Simplemente, los mexicanos nos adecuamos a ella.
II
Y seguimos adelante con nuestra existencia social, sabedores de que ese avance es sólo supuesto, mas no vero. Vivimos en el estancamiento. Estratificados. Detenidos.
Así, más que adecuarnos para subsistir y sobrevivir en un entorno desfavorable, los mexicanos nos quedamos en hibernación social. Hemos reducido el metabolismo social.
A veces ese metabolismo lento y bajo se altera y reactiva algunas funciones. Así explicaríase la admirable tenacidad de ciertos estratos sociales trabados en luchas redentoras.
Pero esos luchadores sociales son los menos en el universo de 120 millones de mexicanos --incluidos los compatriotas en el exterior-- que sufren los efectos de la violencia.
Pero, como ya se dijo párrafos atrás, conocemos las secuelas de la violencia, en realidad desconocemos los orígenes de ésta. Ignoramos su génesis. Sus causales.
Y las causales de las causales. Es decir, las causales inmediatas que son, en su turno, consecuencia de un proceso dialéctico. Abordemos las causales inmediatas.
Pero antes de proseguir, definamos a la violencia. Desde el punto de vista de la sociología, la violencia es, ante todo, un fenómeno insoslayablemente político.
III
La violencia es la expresión política más aguda. Es, añadiríase, la manifestación más fiel, por representativa, de la lucha de clases. En ese medio se desenvuelve la política.
La sociedad mexicana está dividida en clases antagónicas y en un régimen jurídico de propiedad que privilegia la de carácter privado y desprivilegia la de naturaleza social.
Esta tesis, caro leyente, no es nueva. Se remonta a los pensadores del siglo XVIII, aunque fue en las centurias XIX y XX, donde se estudió la violencia científicamente.
Ello --la evidencia está a la vista, en nuestra propia realidad-- permite la explotación de un mexicano por otro mexicano y conduce a una situación tan desigualmente atroz.
Pero los antagonismos de intereses materiales y culturales entre las clases sociales, aun en el marco de convenciones de aparente convivencia pacífica, se traducen en violencia.
Y esa violencia suele ser económica. La explotación del mexicano por el mexicano se distingue por la violencia que ejerce el poder político sobre la población desposeída.
Tan amarga realidad es muy difícil de verbalizar y, por ende, de asumir por los mexicanos cuya mayoría vive en la precariedad. Esa realidad preside la vida nacional.
En este entorno tan degradado por la violencia económica y política no es posible realizar actividades de normalidad como las de realizar elecciones y elegir gobernantes.
ffernandezp@prodigy.net.mx Glosario:
Hibernación: estado semejante que se produce en las personas artificialmente por medio de drogas apropiadas con fines anestésicos o curativos.
Redentora: que redime. Rescatar o sacar de esclavitud al cautivo mediante precio.