I
El título del texto que tiene usted en sus manos, caro leyente, se refiere a ciertos personajes de la vernácula política mexicana: Fidel Herrera y Mario Marín.
Don Fidel es el gobernador del estado de Veracruz: Don Mario tiene investidura similar en el estado de Puebla. Además de la investidura, ambos tienen otras cosas en común.
Y algunas de esas cosas en común es la de que ambos son sosos y aburridos. Hablar con cada uno de ellos o ambos a la vez concita bostezos largos. Hablan y hablan y hablan.
Y sólo hablan hiperbólicamente de sí mismos. Hablan de sus grandes logros --casi todos supuestos o exagerados-- en sus vidas. De hazañas espurias. Y de protagonismos falsos.
Y reseñan también actos inventados de valor personal y de heroísmos y de sacrificios para servir al pueblo de México. Exhiben así una fecunda imaginación digna de mejor causa.
Son, pues, el centro de todo. Han contribuido, dicen no sin afectada modestia, a la salvación de México o, en cada caso, a la de Veracruz y de Puebla.
Estamos en deuda con ellos. Y por ese endeudamiento de nosotros con ellos, los mexicanos --en particular los veracruzanos y los poblanos-- debemos estar agradecidos.
II
Otro denominador común a ambos es su irresistble inclinación a pasarse de listos. Y como secuela, ven a sus gobernados como tontos. Y, por lo mismo, manipulables.
En efecto. Don Fidel usa los dineros del contribuyente para financiar una descomunal campaña de exaltación de su ego y de culto a la personalidad que, dicho sin tapujos, asquea.
De esa guisa, el conspicuo don Fidel dispensa a vastos recursos del erario --de los contribuyentes-- a empresas privadas dedicadas a promover el culto a su personalidad.
También destina enormes recursos a afines y propincuos en los medios de difusión para realizar esa demencial desmesura difusora. Don Fidel promete. Y promete. Y no cumple.
No hay inversión pública trascendente. Paga don Fidel gacetillas en los diarios del Distrito Federal en las que se reseñan nimiedades. Ofende la inteligencia de los demás.
Y, como predecible consecuencia, los veracruzanos han llegado a suponer con su ya proerbial zumbonería que don Fidel posee el don de la ubicuidad. Está en todas partes.
Se le ve, no sin ironía, como una reencarnación de algún ancestral deidad mágica de cosmovisiones santeras y hechicerías, tan extendidas, ambas, en el trópico mexicano.
III
Don Mario, por su parte, se ha empeñado en una intensísima campaña para "recuperar" su imagen, dañada, según él, injustamente, por el asunto de la pederastia y la paidofilia.
Es posible que, dada la carencia de pruebas jurídicamente fehacientes, el señor Marín, llamado gober precioso, no sea ni pederasta ni paidófilo. Pero sí es un déspota.
Dígase de otro ajez, caro leyente, que no existen evidencias concretas de que don Mario es proclive a abusar sexualmente de niños ni de niñas frisando la adolescencia.
Las sospechas ciudadanas de los quehaceres pederastas y paidófilos del mandatario poblano se sustentan sobre juicios de valor, el de la asociación con alguien acusado de ello.
De lo que sí se le acusa con pruebas es de abuso del poder. Ejerció represalias en agravio de la periodista Lydia Cacho. Utilizó el aparato procurador de justicia de Puebla.
Fue una utilización aviesa, perversa, vengativa. Para proteger a un amigo íntimo, un empresario acusado de pederastia por la señora Cacho en un libro ya famoso.
Al abusar del poder, don Mario exhibió, como don Fidel, su catadura verdadera, la de verse a sí mismos más inteligentes que sus gobernados y engañarlos. ¡Qué patéticos personajes!
ffernandezp@prodigy.net.mx
Glosario:
Espuria: falso.
Hiperbólicamente: de manera hiperbólica. Figura que consiste en aumentar o disminuir excesivamente aquello de que se habla.
Propincuo: allegado, cercano, próximo.
Soso: que carece de gracia y viveza.
Vernácula: doméstico, nativo, de nuestra casa o país.