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El Mensaje Erróneo

Fausto Fernández Ponte


I Las fotografías fijas en los periódicos y móviles en la televisión y en el ciberespacio describían, como elucida el milenario adagio chino, que una imagen dice más que mil palabras. Cierto.

Y vero, por añadidura. Las fotografías del encuentro en la "cumbre" de la ineptitud y simulación para tratar asuntos de la seguridad pública y no de la inseguridad, son elocuentes.

Muestran las fotografías a Felipe Calderón aburrido, distraído, absorto, si no es que perdido, en pensamientos que, a la luz de sus expresiones faciales y lenguaje corporal, antójanse distantes.

El Presidente de Facto no estaba allí, en esas reuniones. Era obvio que hacía esfuerzos por no caer en sopor y, luego, en sueño, y cabecear, el yo inconsciente presidiendo.

Tal fue el mensaje de esas fotografías. Un mensaje no premeditado, sino secuela de la ineptitud de los mercadólogos que desde Los Pinos piensan (si acaso) que don Felipe es "vendible". No lo es.

Y dado que no es vendible, no es "comprable". Pocos mexicanos "compran" su mensaje de inepto operador político de los clanes familiares y socios gringos y españoles que se ostentan amos de México.

II Las fotografías dicen mucho, con arreglo a un arte y un oficio de interpretación desarrollado por los órganos de análisis de inteligencia y contrainteligencia del Estado estadunidense.

La interpretación de las fotografías y de los lenguajes corporales es científica --es decir, responde a metodologías específicas-- y asistida por herramientas de portento tecnológico.

Empero, la interpretación fotográfica no es quehacer vedado a la percepción intuitiva de la conciencia instintiva. El mensaje trasmitido por esos testimonios fotográficos fue recibido.

Pero una cosa es recibirlo y otra cosa es absorberlo y asumirlo en la subconciencia y, desde luego, decodificarlo por ésta. La decodificación produce otro mensaje del señor Calderón.

Y ese otro mensaje del señor Calderón es el de "me vale un comino; yo sé mi cuento". El mensaje identifica otro destinatario que no es el pueblo de México, sino a los patrones de don Felipe.

Esos patrones son los miembros de las oligarquías mexicanas, que aterrorizadas le exigen públicamente resultados ante los secuestros, "levantones", asesinatos. Las oligarquías no se saben seguras.

III Y las iracundas exigencias públicas de las oligarquías opacan otras realidades más dolorosas: la preocupación en las masas populares por la inseguridad social, más profunda que la pública.

La inseguridad pública es coyuntural; aquella es estructural y superestructural; nos describe con crudeza la inviabilidad de la prevaleciente forma de organización económica y política.

Pero el mensaje real de esas fotografías es el de la ineptitud y la simulación --herencia del priísmo contrarrevolucionario de Miguel Alemán y neoliberal de Miguel de la Madrid-- y su divisa antisocial.

Obsérvase obvio que el operador político de las oligarquías subestima a sus patrones, como desestima a las clases populares oprimidas y exaccionadas por aquéllas. Permea el descontento general.


Ello configura escenarios prospectivos posibles, a corto, mediano y largo plazo. Los hombres de la mar suelen decir que antes de que las cosas mejoren, éstas tienen que empeorar. Y la tormenta empeora.

ffponte@gmail.com
Glosario:
Antisocial: opuesto a la sociedad o contrario a los intereses de ésta.




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¿Qué Hacer? El Dilema

Fausto Fernández Ponte


I El deceso --no muy sentido, por cierto, por millones de mexicanos-- del Estado mexicano y su secuencial descomposición ocurrente tuvo causales predecibles e incluso advertidas, avisadas y anunciadas desde hace una generación.

Pero esas causales, no huelga reiterarlo, fueron desestimadas y subestimadas o, francamente ignoradas con soberbia por los personeros emblemáticos (los presidentes de la república) del Estado mexicano. Se acentuò, por lo contrario, la simulación.

Y la simulación como una cultura del poder --sustentada bajo premisas de supuestos atributos cohesionadores en torno a una base de intereses materiales de corrupción impune y, por ello, cìnica-- se mutó de atuendo y se convirtiò en estilo de vida.

Los primeros campanazos de advertencia se registraron, fedatariamente, en 1968, pero habìanse dado previamente otros, con las manifestaciones de desequilibrio societal atizados por las fogaratas de la injusticia y el descontento.

Médicos, maestros, ferrocarrileros y otros gremios indicaron con sus demandas reivindicatorias que el endeble contrato social que nutría de presumida representatividad a los gobiernos posrevolucionarios civiles empezaba a caducar.

Pero el punto de quiebre sobrevino en 1982, después de un conflicto entre ciertas vertientes de la oligarquía mexicana y un gobierno ya distanciado contractualmente del pueblo. El desenlace del conflicto fue la nacionalización de la banca privada.

II El móvil real del conflicto fue el destino del botín petrolero. El gobierno, por voz del Presidente José López Portillo, hablaba de administrar la riqueza del petróleo pero excluía de ello a la oligarquía local; ésta reaccionó.

Los gobiernos sucesivos revirtieron la nacionalización y empezaron, así, un proceso de plutocratización del Estado mexicano, cercenando del todo los vínculos, ya casi inexistentes, con la fuente original y vera de legitimidad, la del pueblo.

Al perder representatividad el Estado, los gobiernos de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y el del Presidente de Facto, Felipe Calderón, intensificaron la simulación y los abusos de poder bajo coartadas leguleyas.

Así, el Estado defraudó, asesinó y reprimiò disidencias y discrepancias ideológicas y políticas y la difusión independiente de hechos y sucedidos e ideas. En el sexenio salinista se asesinó a más de mil opositores en todo el país.

Lo aquí descrito son hechos factuales, documentados con largueza y prolijidad, identificados por el historicismo como vectores de la decadencia del Estado mexicano y su eventual fracaso al distorsionarse su esencia moral de ser y estar.

Esa decadencia ha devenido en deceso y, por ello, en descomposición, por lo que se puede decir con objetividad que el Estado mexicano se está desintegrando, descompuestas ya -- putrefactos incluso-- las células de sus tejidos.

III Lo que persiste, empero, es el cascarón sin vida de ese Estado, sostenido apenas por resabios de las potestades coactivas y coercitivas, las de la violencia legal: la militarización para enfrentar problemas sociales y políticos y de otras naturalezas.

Esos problemas de otras naturalezas se encuerpan y definen en la proliferación de poderes fácticos trasnacionales, nacionales, regionales, en los estados, municipales y hasta en loa gremios y comunidades rurales. Esa es otra realidad insoslayable.

Ésto explicaría aun a los más incrédulos y los màs insensibles e indiferentes los comportamientos reactivos de los personeros del Estado. Su comportamiento es de desesperación, definitoria del estertor postrero del que expira.

En esa realidad estamos atrapados los mexicanos. ¿Qué hacer? Ese es el dilema. No sabemos qué hacer y como desconocemos nuestra propia historia pensamos en soluciones sobrenaturales o en aquellas que enuncian darle tiempo al tiempo.

Pero el dilema ofrece soluciones propias: refundar al Estado mexicano, lo cual sólo es dable con el concurso esforzado y responsable, ecuménico, de todas las fuerzas sociales del país. Muerto el Estado hampón, hay que crear un Estado social.

¿Cómo? Cualquier vía es explorable. Pero esa vía debe er transitada sin desviarnos del objetivo. En nuestra circunstancia, exigir lo imposible es ser realista. Se trata de nuestra propia supervivencia en la historia.

ffponte@gmail.com
Glosario:
Plutocratización: de plutocratizar. De plutocracia. Gobierno de los ricos.
Resabios: sabor desagradable que deja algo. Desagrado moral o disgusto.
Vectores: trasmisores, agentes portadores de algo. Acción proyectiva que tiene cualidad e intensidad variables.




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