I Año de desastre. Esa es la definición más apropiada, segùn el sentir de o pocos millones de ciudadanos mexicanos, del primer año de ejercicio del Presidente de Facto, Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón.
Año de desastre, sin duda alguna: desempleo creciente en términos reales, crecimiento de la economía informal, caída en la recaudación fiscal --la gente no puede pagar impuestos-- e incremento de la represión social y política.
El Ejército y la Armada están en las calles, patrullando --es decir, intimidando e inhibiendo el quehacer ciudadano respetuoso de la ley--; y, opuesto a la juridicidad de sus facultades constitucionales, es usado con fines políticos.
Ese uso tiene definición cabal y muy elocuente para el pueblo de México. Las Fuerzas Armadas son un brazo de coacción societal y política, bajo la guisa de una engañosa y muy supuesta coayuvancia con las instancias civiles del Estado.
Año de desastre, pues, para el pueblo de México. Año de aumento epectacular en la inseguridad social y, desde luego, la pública. Aumentos en el costo de la vida y, por ende, deterioro dramático en la calidad de ésta: mayor pobreza.
II Y la pobreza, sábese documentadamente por las ciencias políticas y sociales --incluidas las de la economía y la historia-- es la secuela inexorable de la desigualdad económica, la injusticia social y el ejercicio inicuo del poder.
Otra secuela es el incremento de la incertidumbre y, ergo, la caída en tobogán de la esperanza, que es la alfaguara y, a la vez, crisol del descontento sociopolítico. En gradación variopinta, la inmensa mayoría de los mexicanos estamos enojados.
Y muy enojados, añadiríase sin hipérbole. Ello explicdan, desde una perspectiva política, la existencia de cosmovisiones y vertientes político-militares, armadas, y de resistencia civil, pacífica, activas todas, para revertir ésta situación.
Esta es, ya se ha dicho aquí, una situación de crisis. ¿Por qué persiste esta crisis tan corrosiva? Porque así conviene a unos cuantos, a quienes se ostentan, sin serlo, los dueños de México y usufructuarios de sus riquezas por derecho del poder.
Derecho del poder. Reitérese: del poder. El poder y el derecho del poder es originariamente fáctico, aunque después se haya tenido que legitimar sobre la institución del contrato social. En México, el poder no deviene de un contrato social real.
Pero hay de contratos sociales a contratos sociales. Unos son veros, legítimos, devenidos de anhelos históricos y coyunturales; pero otros son falsos, falaces, sofisteros, amañadamente leguleyos incluso, o fraudulentos sin pudor moral ni ético.
III Mas cuando el poder se degrada y el derecho emanado de ese poder degradado se distoriona, los contratos sociales son mutados en socaliñas de simulación. De allí vienen los golpes de Estado, intitución emblemática de la incensante búsqueda del poder.
Esa búsqueda incensante es un verismo de la condición humana. El golpe de Estado es un acto realizado por parte de órganos del mismo Estado. La definición se corresponde con nuestra reciente experiencia electoral, la del 2 de julio de 2006.
Muchos mexicanos nos sentimos despojados de algo --nuestro albedrío--, aunque no sepamos racionalizarlo o tener conciencia política de ello. Es nuestro sentir colectivo. Un sentir colectivo de agravio. De que no estamos en nuestro propio país.
Vero. Ese sentimiento es insoslayablemente acusado, por profundo y amplio. Sentimos que estamos viviendo en un país que cada día es menos nuestro, tomado a contrapelo de los intereses de México, y saqueado impunemente por una élite voraz.
Esa élite está conformada por las vertientes de una supraoligarquía franquiciada, en su turno, por intereses del poder de los grandes consorcios trasnacionales de varios Estados a su servicio, sobre todo el de Estados Unidos y el de España.
Empero, el desastre no se inició al tomar posesión el señor Calderón, a hurtadillas y protegido por las Fuerzas Armadas y sin una representación social y/o popular incluyente. Se inició hace varios sexenios y prevalece con espuriedad con don Felipe.
ffponte@gmail.com Glosario:
Franquiciada: destinatario o usufructuario de una franquicia.
Supraoligarquía: vocablo compuesto por el prefijo supra (arriba, encima, sobre, más allá) y el sustantivo oligarquía (camarilla, pandilla, gobierno de minorías, círculo, élite).