Náhuatl e Identidad 1/2
Fausto Fernández Ponte
I
El gobierno del Distrito Federal ha creado, días hace, un programa
orientado a "desmontar la estructura del racismo" en el entorno
geográfico/cultural de la entidad que lleva el nombre mismo de nuestro
país.
Trátase de reconocer, por un lado, una realidad abrumadora: que en
el DF más de dos millones de sus habitantes tienen por lengua franca
el náhuatl, que nos indica que es un idioma vivo y en evolución.
Por otro lado, usar esa lengua --que muchos de sus hablantes no
saben escribirla pues la aprenden por oído-- concita racismo, ese
monstruo de fauces babeantes hediondas cada día más presente en
México.
Los hablantes de náhuatl son discriminados por sus propios
descendientes --aquellos que no hablan la lengua o no la entienden y
sólo usan castellano-- y, no se diga, los meztizos, los mexicanos de
hoy.
II
Este hecho mueve a reflexionar acerca de nuestras realidades
socioculturales, nuestra identidad como mexicanos y conciencia viva
--no inerte-- de nuestros orígenes. Somos más indígenas que hispanos.
En nuestros rasgos indígenas hay omnipresencia. Hablamos la lengua
de los conquistadores y llevamos sus apellidos, usamos sus
instituciones de poder, tenemos su cosmovisión europea cristiana.
Y hemos adoptado los hábitos culturales del conquistador --como la
corrupción, por ejemplo-- y otras prácticas execrables, tales como la
duplicidad y la incongruencia.
Pero nuestra composición genética es predominantemente indígena. Lo
dice nuestro genoma.
Nuestra cosmovisión, por encima de sus influencias y manifestaciones
indígenas, es implantada.
III
El griego Heráclito, el padre de la dialéctica, discernió que todo
está en movimiento y que todos los componentes de la realidad física y
sus manifestaciones están vinculadas entre sí.
Este hombre y sus contemporáneos Los dialécticos son antecedentes
de Hegel, Marx, Engels y los demás miembros de la escuela alemana de
filosofía que, dígase sin prejuicios, nos explican el mundo.
Menciónese, empero, que en el ámbito socicultural histórico de
Mesoamérica la dialéctica tiene antecedentes. Las filosofías de las
culturas originales preconizan discernimientos similares.
Cierto. Los olmecas, primero, y posteriormente los teotihuacanos,
mayas y nahuatlacas nos legaron sus discernimientos de que, como en
la antigüedad, todo está en movimiento y vinculado entre sí.
ffponte@gmail.com
Glosario:
Cosmovisión: Manera de ver e interpretar el mundo.
Execrable: Digno de execración. Del verbo execrar, condenar y maldecir
con autoridad. Vituperar o reprobar severamente. Aborrecer. tener
aversión.
Fausto Fernández Ponte
Agencia mexicanma de Información
a 15 de enero de 2008
Asimetrías
Náhuatl e Identidad 2/2
Fausto Fernández Ponte
I
Ese legado de nuestro antaño originario, si bien suele ser
desconocido para la inmensa mayoría de los mexicanos, está presente en
el México de hoy. Testimonio de ello es nuestra idiosincrasia
mestiza.
Así es, caro leyente. La psique del mexicano --hombre cósmico,
pero, a la vez, no liberado aun, sino oprimido-- tiene inserta en sus
meandros más profundos los agentes que activan comportamientos.
Pero esa conducta colectiva --vestigios de la herencia ancestral
originaria-- también está influido de modo decisorio por nuestra
condición de insoslayable sometimiento sociocultural.
Ese sometimiento tiene objetivos claros cada días más evidentes, el
de ir borrando paulatinamente nuestra identidad y convertirnos en otro
tipo de mexicano, uno ignorante de su propia historia.
Al ignorar o desconocer nuestra historia, el pueblo de México
--México mismo-- los mexicanso nos estamos convirtiendo por la vía de
la aculturación foránea en una sociedad con otra identidad.
II
Una identidad colectiva --social-- implantada postizamente, ajena a
los nutrimentos culturales históricos, los del acervo de experiencias
adquiridas en el decurso de muchos siglos.
Esa aculturación cincela una nueva cosmovisión identitaria del
mexicano, ajena a experiencias y raíces históricas. Implica adoptar
nueva identidad, aunque eso sí, siempre la del conquistado.
Sigamos usando el castellano, inglés y hasta el chino --la lengua
del siglo--, pero aprendamos el náhuatl o el maya, o ambos, y
fortalecer nuestra verdadera identidad histórica y saber quiénes
somos.
Quiénes somos realmente, en el gran diorama, sin duda
caleidoscópico, de nuestra historia y rachazar la estratificación y la
cosificación secuencial que deviene de aquella.
Ello nos permitiría, además de saber quiénes somos, a donde
queremos ir, no a dónde nos llevan intereses ajenos --y, por lo
general, antagónicos-- a los nuestros. Esto es incontrovertible
verismo.
III
Nos llevan, pues. Los mexicanos no sabemos, al parecer, a dónde
queremos ir ni cómo hacerlo. Nos inducen a tomar caminos que atentan
contra nuestra vera naturaleza histórica y nuestros intereses.
Ésto plantearía, sin duda, tener conciencia de lo que nos ocurre
--la implantación de una nueva identidad que sirva a los intereses
ajenos a nosotros--. Ello exigiría un nuevo orden educativo:
1) Enfatizar la historia y el legado histórico que tiene que ver
con nuestra identidad en el contiunum --movimiento dialéctico-- de
nuestro desarrollo colectivo.
2) Acentuar nuestra unicidad sociocultural e histórica que, empero,
corre pareja con nuestra pluralidad y carácter común. Unicos en ser
una nación que hablaría varios idiomas a la vez.
Un idioma sería para la introspección y la identidad; los demás
--castelano, inglés, chino-- para el contacto con el exterior, como
ventanal y balcón para asomarnos e interactuar con el mundo.
En cuatro generaciones --un siglo-- podríamos ser un pueblo que
hacia dentro usare lenguas ancestrales y hacia afuera --el mundo-- los
idiomas implantados. Ello es posible. Nos haría saber qué queremos
ser.
Nos haría un pueblo con una conciencia pensante de carácter
trascendente, polifacético realmente, con amplias perspectivas de
grandeza. Sería la mejor defensa de nuestros intereses y soberanía
nacional.
ffponte@gmail.com
Glosario:
Introspección: observación y análisis de la propia conciencia o de
los propios pensamientos y sentimientos.
Soberanía: autoridad suprema del poder público.