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Aborto (2/2)

Fausto Fernández Ponte



I

La Ley de Despenalización del Aborto --en realidad, reformas a varios códigos, incluyendo el penal-- del Distrito Federal sienta, sin duda, un precedente asaz importante.


Empero, su mérito mayor es su carácter de expresión de congruencia política, jurídica y social del órgano de representación popular en el ámbito defeño como la Asamblea Legislativa o Legislatura local.


La legislatura defeña aprobó las reformas aquí mencionadas. convirtiéndola en ley que por ministerio constitucional prontamente promulgó el jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard.


No huelga subrayar que, como consecuencia de la promulgación de la ley, el señor Ebrard fue excomulgado por la iglesia católica de México. No tiene derecho, pues, a la comunión según el rito aludido.


Mas volvamos a la ley, la cual, como sabríase, fue promulgada la semana pasada para atender una realidad sociocultural y enjaezarla a un marco jurídico cuyo propósito declarativo es social.


Y es que, como telón de fondo, la inmensa mayoría de las leyes es promulgada para crear una nueva realidad social que, por lo general, no es lograda. El resultado es la incongruencia entre lo legal y lo real.


Así es, en el caso mexicano. El Poder Legislativo federal, por ejemplo, presume que sus ordenamientos penalizan la comisión de ciertos delitos, bajo la premisa de que la ley erradicará su práctica.


II


La Ley de Despenalización del Aborto en el DF le sale al paso a una realidad cuyo verismo es insoslayablemente abrumador. El aborto se práctica extensamente no obstante que hasta ha poco era penado.


Esa manifestación de realismo por parte de la Legislatura defeña explicaría no sin elocuencia las razones de ser de que esté dominada por un sólo partido político, con presencia mínima de los demás.


En efecto. Bajo las premisas mayores de una forma de organización política como la que prevalece en México --con notorias insuficiencias y acusadas deficiencias-- la Legislatura interpreta un sentir social.


Y ese sentir social, tal vez no expresado mediante la difusión de símbolos semánticos, se encuerpa en la ley a la que nos referimos. El dilema de abortar o no es ajeno al marco jurídico.


Pero lo que sí es propio de dicho marco es el hecho factual de su práctica. Con dilema o sin ellos y con discutivas morales y éticas o no, la práctica del aborto trasciende lo filosófico y espiritual.


Pero la ley no tiene por objetivo estratégico final el de salirle al paso a los dilemas filósoficos y espirituales, sino el de darle cabida en la doctrina jurídica de reconocer una realidad ya existente.


Y no reconocerla implica peligrosidad. Implica mantener una doble banda de moralidades y eticismos que, para su sostenimiento, requiere lenguajes y discursos hipócritas, distantes de la realidad ideal.


III


Requiere, documentadamente, simulación. Simular que existe esa realidad ideal. Esta sería, desde luego, la de que ninguna gestación humana fuese interrumpida por las razones que fueren.


Y uno de los simuladores mayores es la Iglesia Católica, emblema que es una religión organizada para fines de poder y de negocios mediante dominación y adherencia a dogmas de alcance antisocial.


La naturaleza antisocial de los dogmas eclesiásticos se define por sí misma: el sometimiento, mediante manipulación --como la de excomulgar, por ejemplo--, a la mujer y a niños no deseados ni amados.


La Iglesia Católica es, por definición filosófica de sus orígenes, antimujer. Y obliga a ella a ser la progenitora de masas de humanos no deseados ni amados susceptibles de manipulación e inducir su conducta.


Y México está lleno --atiborrado-- de hombres y mujeres no deseados ni amados, lo que tiene manifestación elocuente en nuestras propias instituciones: un Estado criminógeno y una delincuencia virulenta.


La existencia, como en México, de un Estado criminógeno y una delincuencia virulenta es, a la vez, causal y efecto de nuestro gran atraso social. Por ello, la Ley referida es acto de liberación social.


Glosario:

Criminógeno: Proclive a la criminalidad por naturaleza.

Dogma: Proposición que se asienta por firme y cierta y como principio innegable de una ciencia.

ffponte@gmail.com
















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La Narcoguerra

Fausto Fernández Ponte


I

En ciertos cenáculos del poder formal, las acciones coactivas --militares y policiacas-- del gobierno y, en un sentido inferido, el Estado mismo, contra las empresas del comercio de estupefacientes y psicotrópicos se le llama la narcoguerra.


La denominación es apropiadísima. Es una guerra que libran entre sí las empresas u organizaciones dedicadas al tráfico ilícito de sustancias cuyo consumo tiene consecuencias fisiológicas, psíquicas y, ya no se diga, sociales.


No es, pues, una guerra entre el Poder Ejecutivo --en representación del Estado-- y las citadas empresas dedicadas al execrable comercio de dopar a millones de niños, adolescentes ya dultos jóvenes y maduros mexicanos y en Estados Unidos.


Sin embargo, el Poder Ejecutivo realiza operaciones espectaculares en varias regiones del país, orientadas, según la vocería oficial y oficiosa, a combatir al narcotráfico. No faltan a la verdad los personeros del Poder Ejecutivo. Se apegan a ella.


Pero es su verdad, como se discierne y registra al través de los prismas del Poder Ejecutivo, el cual despliega enormes esfuerzos mediáticos para persuadir a una ciudadanía escéptica de que se libra una guerra brutal contra el narcotráfico.


Pero una cosa es el narcotráfico como entelequia semántica --tráfico de narcóticos--y otra cosa es el verismo de la existencia de empresas u organizaciones dedicadas a un quehacer económico en toda la cadena productiva de ciertos bienes de comercio ilícito.


La denominación, pensamos, es epicena. Y denota que el Poder Ejecutivo se engaña a sí mismo y en ese empeño engaña a su poderdantes, los mexicanos, y el Estado. Se combate al narcotráfico, cuando en realidad no se combate al tráfico de narcóticos.


II

Evidencia elocuente de ello es el saldo del dramático despliegue de actividades militares y policiacas, difundidas en vivo inclusive y a todo color, sin reparar en el costo de la difusión por pago de tiempo a los empresarios difusores.


El saldo es magro: ninguna empresa u organización dedicada al provecho --desde la producción hasta el abasto al consumidor final estuviere donde éste fuere-- ha sido destruida o neutralizada o reducido sus operaciones y el alcance de éstas.


Y ningún personero importante --un chief executive officer, para usar el argot de los hombres y las mujeres en el esnobismo de la cultura calderonista-- o capo di tuti capi ha sido capturado. Hay muchos detenidos. Pero son pececillos. Alevines, no atunes.


No son atunes obesos de omega 3. Estos, empero, viven tal vez en la certidumbre de la protección que le brindan los propios personeros de las instancias coactivas, militares y policiacas, del poder formal. Son intocables. Y, por ello, intocados.


Ello nos indicaría con fehacencia lógica que los personeros del poder formal situados en los andamios más elevados saben quiénes son los jefes de jefes intocables e intocados. Conocen su identidad. Y sabrían, presumiríase, dónde están. Y qué hacen.


Mas no sólo eso. Sabrían incluso cómo hacen lo que hacen. Cómo dirigen sus empresas, las cuales son, subráyese, trasnacionales: se abastecen en Colombia, usan vías marítimas y aéreas privadas y venden al mayoreo y menudeo en México y Estados Unidos.


III

Realizar esas operaciones, mediante contrastación directa o subrogada o subcontratación, implica la existencia de una organización muy compleja, con niveles de sofisticación que obviamente el Poder Ejecutivo ni el Estado mexicano poseen.


Dígase en términos comparativos --a título de ilustración-- que una empresa u organización dedicada al narcotráfico tiene equivalentes en tamaño, alcance de sus operaciones y sofisticación administrativa y gerencial a las de Carlos Slim.


Y una empresa u organización de esa magnitud y de tan obvio éxito debe su tamaño y su eficacia sólo a un agente: apoyo logístico, real o inferido, del Estado mismo o de su vertiente ejecutiva, la del gobierno. Las empresas del señor Slim son monopolios.


Y las de los jerarcas y barones y mogules --los capos, dicho en coloquial mexicano-- de la cadena productiva de estupefacientes y psicotrópicos son también monopolios, sus brazos --tentáculos-- son como los del señor Slim. Llega a todas partes.


Cierto. Monopolizan desde el mercado de químicos --precursores-- para beneficiar materia prima como la hoja de coca, la amapola, etcétera, hasta la compra segura de derivados producidos y la venta, en su turno, al mayoreo y menudeo del bien.


Hágase la pertinentísima salvedad que ciertos personeros del poder formal --en las secretarías de despacho de la Defensa Nacional y Seguridad Pública y la Procuraduría General de la República, por ejemplo-- actúan de buena fe el combate al narcotráfico.


Pero, no obstante su nobleza y convicción, son los menos. Además, no diseñan las políticas ni aplican éstas. Su desempeño es, por ello, heroico. Su heroismo los sitúa en los frentes reales de esta guerra simulada del Estado contra el narcotráfico.


Glosario:

Alevines: Perteneceiente a aAlevín. Cría de cierto peces de agua dulce que se utiliza para repoblar ríos, lagos y estanques.

Entelequia: Cosa irreal.

Epiceno: Común.





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Mataderos

Fausto Fernández Ponte





I

El pueblo de México observa --con pasividad aparente-- que las calles y plazas de las ciudades y villas mexicanas son mataderos humanos y que la carnicería brutal que allí sucede mueve a reflexiones cuyos desenlaces silógicos son conturbadores:


Uno, que nos acostumbremos como sociedad a esa manifestaciones ferosísimas de violencia y las aceptemos, implícitamente, como parte intrínseca y concomitante de una normalidad de la vida nacional.


Y, otro, que esa violencia incontrolable se manifieste en un vacío de autoridad normativa y coactiva, consecuencia, a no dudarlo, de la dramática escasez de moralidad y ética en el ejercicio del poder formal, el del Estado.


Una tercera reflexión nos establece con diafanidad inequívoca que esta violencia no es política. Dicho de otro arreo no es una violencia revolucionaria aunque, si fuere hubicada en un contexto histórico, sería expresión de la presencia de condiciones revolucionarias.


Una cuarta reflexión tendría por desenlace silógico la presunción bien informada de que esta carnicería que estamos viendo los mexicanos es el saldo de una guerra entre facciones de la vertiente particularmente más violenta del crimen organizado.


Y esa vertiente es la del comercio ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas, realizado por empresas u organizaciones cuyo trasiego es trasnacional, pues se abastecen en tercero países y exportan su producción a otros.


II


Por añadidura, esa vertiente del crimen organizado ha descubierto un mercado para su comercio execrable que acusa desarrollo espectacularmente dinámico: los consumidores mexicanos de estupefacientes y psicotrópicos.


Esto nos lleva de porrazo a una quinta reflexión: el dinamismo de ese mercado se sustenta sobre consumidores que son niños, adolescentes y adultos jóvenes; es decir, nuestra juventud.


Esta última reflexión se redondea al discernir un hecho factual insoslayable: la juventud mexicana es el recurso estratégico más valioso y de mayor importancia, pues es axial en nuestra continuidad como país y como nación. Nuestra juventud está dopada.


Ese dopaje en cursivas es ya un problema de salud pública de dimensiones colosales, que el estado, por razones que sospecharíanse devienen de una ineptitud rampante de sus personeros, incluyendo entre éstos al mismo presidente de la República.


Sin embargo, más allá de ese carácter de enorme problema de salud pública emerge otro hecho reflexivo: el dopaje colectivo trasciende transversalmente los estratos y capas de la sociedad, aunque es acusado en ciertos estamentos.


Esos estamentos son aquellos de los que históricamente emergen los dirigentes de México en la economía, la vida política y social y la cultura. No desestimemos que en una sociedad muy clasista como la nuestra hay una clase dominante.


III


Esa clase dominante dirige al país influida por valores filosóficos, ideológicos y políticos que privilegian un pragmatismo carente de sustrato moral y ético que fomenta el ejercicio del poder bajo premisas antisociales.


Definamos la conducta antisocial de la clase dominante: es aquella que privilegia los imperativos del personal --los de la corrupción-- y desprivilegia los de la sociedad. Así, el poder se ejerce contra la sociedad.


De ello ha resultado el vacío actual dentro del que las organizaciones dedicadas al tráfico ilícito de estupefacientes y psicotrópicos actúan con violencia extrema. No es una guerra entre el Estado antisocial y esas vertientes del crimen organizado. No.


El Estado se ha convertido en un espectador en este circo romano sangriento, no obstante los empeños de carácter más mediático que real, de la administración calderonista, que usa a las fuerzas armadas y policías para simular actuaciones.


Arribamos así a otra reflexión --la sexta--, la de que el Estado, al pretender o simular que libra una guerra contra la vertiente del crimen organizado del narcotráfico, no engaña a nadie. Lo opuesto.


Confirma la espuriedad del titular del Poder Ejecutivo y. por inferimiento válido, los de los otros poderes del Estado, cuya misión es la de ejercer potestades para conservar y acrecentar los intereses de clase dominante. Ello explica la plutocracia.


La apatía aparente con la que el pueblo de México observa la matazón en este avcío de autoridad moral y ética no debe desestimarse. Acostumbrase a la violencia no implica su aceptación deontológica y epistemológica.


Pudiere ser, por lo contrario causal de movilización social para detener el incontrolable caos de la ingobernabilidad prevaleciente e imponer orden y paz o inclusive crear un nuevo contrato social en México.


Glosario:

Arreo: sucesivamente, sin interrumpción.

Concomitante: Acción y efecto de concomitar. Acompañar una cosa a ota, u obrar juntamente con ella.
Diafanidad: Claro, limpio.

Pragmatismo: Propensión a adaptarse a las condiciones reales.

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País en Guerra

Fausto Fernández Ponte




I

Decíase ayer aquí que la imagen de México ante el mundo es la de un país sacudido y estrujado por tal violencia que se le percibe ya como teatro de una guerra en la que el Estado actúa reactivamente, a la defensiva.


Y es que el Estado --representado por su jefe, el titular del Poder Ejecutivo, Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón-- parece ir a la zaga en esa guerra, sin lograr objetivos tácticos ni mucho menos estratégicos. De hecho, no parece tener metas.


Y esas metas se sustentarían sobre una base de premisas y silogismos del avance y la prevalecencia. Prevalecer mediante el avance, tomando la iniciativa en el terreno y conservándola, sino es que acrecentándola por consolidación de tácticas.


No se advierte en el Estado mexicano una estructura eficiente de inteligencia --acopio de información privilegiada-- ni de análisis de ésta, tarea que cae en el ámbito del Ejército y la Marina armada y los servicios civiles especializados.


Induciría esa realidad a suponer que, o bien el Estado mexicano es inepto en los mandos supremos de las fuerzas armadas y policiacas, o éstas y aquéllas libran una guerra simbólica, pues están entreveradas con los intereses de su enemigo. Ineptitud por comisión.


O por complicidad. Es percepción pública que los mandos altos y medianos y elementos rasos de las fuerzas armadas y policiacas federales, de los estados y municipales e intermunicipales están en la nómina salarial o estipendaria de su enemigo.


II


Dada esa realidad, anticípase una derrota del Estado mexicano, debilitado aún más en su alcance por la corrupción. Esa carcoma socava el ímpetu motivacional, el cual no se dinamiza con aumento salariales a jefes, oficiales y tropa en la milicia de tierra y mar.


No ha prevalecido el Estado. Ha perdido la iniciativa táctica y muéstrase rebasado ante el acoso de una vertiente orgánicamente violenta del crimen organizado, la que vive alimentada por un mercado creciente de consumidores de su mercancía principal.


Hágase la salvedad de que en esa guerra no participa la sociedad en general --es decir, plenipotenciariamente--, aunque es obvio que ofrece elementos para pensar, sin caer en hipérbole, que ese conflicto de violencia extrema es fraticida.


Cierto. Por un lado, las fuerzas armadas, militares y policiacas, tratan al parecer en vano de reducir a otras fuerzas también armadas, la de la vertiente del comercio ilícito de estupefacientes y psicotrópicos del crimen organizado.


Subráyese que éste --el crimen organizado-- tiene muchas vertientes incluyendo, sin pecar de obviedad, las que conforman poderes fácticos que denominan al poder formal, el del Estado, y, ergo, influyen en el diseño y aplicación de sus políticas.


Esos poderes fácticos son decididamente criminales pues incurren por sistema y por naturaleza en la comisión de delitos en una gama variopinta que incluyen los de gravedad extrema, como los de genocidio calificado, debido a su laya antisocial.


III


Ejemplos de poderes fácticos de vocación criminógena y quehacer antisocial son los que representan, en sus confines respectivos, Carlos Slim, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Elba Esther Gordillo, Guillermo Ortiz. La lista es larga.


Esa laya antisocial tiene denominador común: violencia econíomica y social, política y cultural, que afecta terriblemente al interés patrimonial mismo de la nación. La corrupción alevosa y ventajosa, premeditada, es crimen de lesa humanidad.


Criminales en extremo son los políticos corruptos, aquellos --desde el presidente de la República hasta los presidentes municipales, pasando por gobernadores y legisladores-- que defraudan la confianza depositada en ellos por la ciudadanía.


Mas no nos detengamos en esas vertiente del crimen organizado, tan corrosiva como la del comercio ilícito de estupefacientes y psicotrópicos, pues ambas atentan contra la salud social y contribuyen a corroer el tejido societal y nuestra cultura identitaria.


Volvamos, pues, a la guerra entre las organizaciones dedicadas al comercio ilegal de estupefacientes y psicotrópicos y el Estado mexicano. El saldo es espectacularmente macabro: tantos muertos cada día como en Irak o Afganistán.


En esta lucha del Estado versus una vertiente acusadamente violenta del crimen organizado, el pueblo de México es sólo expectador. Pero tiene responsabilidad que, por inconciencia evade al fomentar el mercado de consumidores de drogas.


Por ello es actor en esta guerra. Mientras exista un mercado con su monstruoso efecto desintegrador habrá producción de estupefacientes y psicotrópicos. El Estado erra, pensamos que deliberadamente al no actuar en los frentes de producción y consumo.


Glosario:


Hipérbole: Figura que consiste en aumentar o disminuir excesivamente aquello de que se habla.

Plenipotenciariamente: Dícese de la persona que envían los reyes y las repúbilcas a los congresos o a otros Estados, con el pleno poder y facultad de tratar, concluir y ajustar las paces u otros intereses.



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Turismo en México

Fausto Fernández Ponte




I

Adviértese ya la presencia de un fenómeno acerca del cual el gobierno de México prefiere guardar silencio y/o desestimar o minimizar: la afluencia de turistas extranjeros --estadunidenses y europeos principalmente-- empieza a adelgazarse.


Y la actitud gubernamental --o, por mejor decirlo, de los personeros del ramo del turismo en el gobierno-- es indicio de que existe ya una preocupación en esos círculos del Poder Ejecutivo del Estado mexicano.


No huelga señalar que esa preocupación es un reflejo de lo que parece advertirse ya en ese rubro de la economía cuyo eje central es la hotelería y la provisión de bienes de consumo y servicio al turismo.


En ello se registran coincidencias entre autoridades gubernamentales y los empresarios del turismo. La preocupación en ambos círculos es un hecho insoslayable, manifestados sin tapujos por hoteleros y otros proveedores de atención al turismo.


Empero, esa es la única coincidencia entre los personeros del gobierno y los empresarios del turismo, pues discrepan ampliamente acerca de las causales de esa tendencia, ya documentada, de menor flujo turístico extranjero.


¿Y cuáles son esas causales de lo que parece ser una caída lenta, pero sostenida, del turismo extranjero en México? Para el gobierno, esa caída es un fenómeno cíclico, normal. Para los empresarios del turismo, las causas de esa reducción son otras.


II

En efecto. Esas causas tienen que ver con la imagen de México ante el mundo, conformada por la instantaneidad simultánea de la trasmisión de hechos y sucedidos y análisls de éstos, así como sus orígenes y sus consecuencias.


Esa imagen es negativa. Es la imagen de un país estrujado por una violencia extrema --el martes pasado, por ejemplo, hubo 25 ejecutados en la vía pública en el territorio nacional-- y un gobierno incapaz de garantizar la paz social y la seguridad.


Como consecuencia, esa imagen es la de que México es un país en guerra. Hay cada día tantos muertos como en Irak, invadido y ocupado militarmente por las fuerzas armadas de Estados Unidos contra la voluntad del pueblo iraquí.


Y como país en guerra, en México nadie está seguro, acentuadamente los visitantes extranjeros, pues la violencia extrema se manifiesta incluso en los sitios de mayor atracción turística internacional: Acapulco y Cancún.


A un país en guerra nadie le visita. A Irak, por citar el mismo ejemplo, nadie viaja por imperativos de recreo, de descanso o para romper rutinas o acceder a confines de aventura segura. Sus visitantes son soldados y negociantes de la guerra.


Podríase decir sin pecar de zumbonería macabra que a los viajeros del mundo hacia Irak --o Afganistán, que es caso similar-- les mueve una afán oportunístico de la ganancia fácil, la de la guerra, mediante la venta de todo, inclusive la vida.


III


Esa imagen negativa es rechazada por los personeros del gobierno que preside en lo formal, Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón. Don Sagrado es un mandatario débil pues millones de sus coterráneos lo consideran espurio.


Pero los empresarios del turismo --cuyo grueso está conformado por grandes consorcios trasnacionales de EU y España-- están informados acerca del sentir del turismo estadunidense y europeo y extraen conclusiones conturbadoras.


Nos referimos al llamado gran turismo internacional y, desde luego al turismo medio --el que viaja organizadamente, en grupos, desde lugares distantes-- que es el que realmente sostiene este rubro de la economía.


Señálese que esta consecuencia de la percepción negativa que el mundo tiene de nuestro país ofrece implicaciones variopintas, pues permea no sólo la epidermis del importantísimo quehacer socioeconómico del turismo, sino también otros ámbitos.


Y uno de esos ámbitos es el político. Las relaciones del Estado mexicano con los demás estados --determinadas desde 2000 por los caprichos ideológicos del conservadurismo que controla al Poder Ejecutivo-- acusan deterioro. Un deterioro moral, añadiríase.


Y ese deterioro tiene efectos que se nutren a sí mismos de sus propias contradicciones: descrédito y la pérdida secuecial de influencia. Agregaríase a ello que la imagen negativa de México en el planeta ahuyenta al inversionista de fondo.


Y éste está siendo reemplazado con rapidez por el inversionista en la especulación, que no incide en la producción y el consumo ni crea empleos. Además, este tipo de inversionista no causa impuestos. Como en Irak.


¿Exagerado? Váyase el caro leyente al cotejo de los componentes de la realidad. En Irak nadie está seguro, particularemente los extranjeros. En México, nadie está seguro: ni los que vivimos aquí ni quienes nos visitan por negocio o turismo.


Glosario:


Coterráneo: Natural de la misma tierra que otro.

ffponte@gamil.com




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Ahora es Veracruz

Fausto Fernández Ponte




I

Las noticias de la violencia en las calles y otros sitios públicos de Acapulco le dieron la vuelta al mundo ya que esa ciudad es una de las mecas y medinas del turismo internacional. Cada día son asesinadas varias personas. Y aparecen cadáveres por doquier.

Esas muertes --ejecuciones-- de sicarios del narcotráfico y de ciudadanos ajenos a éste, los secuestros y levantones y atentados a policías, periodistas y militares nos describen una realidad insoslayable que es, por añadidura, espeluznante.

Acapulco, era soterrada e insospechadamente, una capital del tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas. Las organizaciones dedicadas a ese execrable comercio se han establecido ahí y montado su cuartel de operaciones en todo el país.

Además, esa ciudad --de enorme atractivo para estadunidenses y europeos-- representa un mercado de consumidores enorme y, como agregado, creciente, como un potencial halagüeño para quienes medran con el tráfico de estupefacientes y psicotrópicos.

Esas eran --son-- las columnas de Hércules de otro fenómeno corrosivo y presente en la historia de México: la corrupción, el del tráfico de favores y deberes constitucionales y su comercio impune y cínico. Además de drogas todo se vende.

Y se vende bien. Se vende la justicia, mercadería que no se pudre ni se devalúa, sino lo opuesto: adquiere plusvalía con el tiempo. Se vende la complicidad y se comercia con la voluntad política.

II

La enormidad actual y potencial de ese mercado de consumidores de drogas se sustenta sobre los turistas extranjeros y mexicanos, lo cual crea otros mercados del crimen: pornografía, trata de humanos (menores de edad), mujeres, etcétera.

Pero Acapulco siempre fue un edén de la delincuencia organizada. Su complejidad socioeconómica --su tejido social-- y la balcanización del poder político la convirtieron en entorno de aventura inconfesable y quehaceres en penumbra. Sede del reventón.

Y sede de lo inesperado que todos sus visitantes y lugareños esperaban. Sede de giros y sesgos que rayan entre lo deseable y deseado y lo indeseable e indeseado. Ciudad de frenesí y de pecado. Y de lo incansable, en una vorágine de mundanal ruido.

Se sospechaba, pues, que allí se iba a descansar para no descansar. De recreo incesante, prohibido y prohibitivo. Hasta agotarse. Y caer cuando los sentidos llegaren a su límite y traspusieren el umbral de la resistencia finita. Paraíso inasible.

Se entendía que Acapulco fuese así, de esa guisa de inestabilidad pecaminosa, ajena a los entreveramientos demográficos y traslapes sociales y societales que por sus contradicciones laceran el alma. Telón de fondo contrastante y dramático.

Pero hoy es Veracruz, situado en las antípodas de Acapulco, una sede de la violencia. Ciudad otrora de reposo, ambiente cadencioso y relajamiento vital y entornos plenos de historia, leyendas, romanticismo y magia y asiento de la mitología del mito estrujado por la violencia.

III

La violencia --que siempre ha existido en el estado de Veracruz, como en el de Guerrero-- se ha aposentado en el corredor urbano que abarca la ciudad portuaria de Veracruz y las adherencias conurbadas y hasta Xalapa misma, la capital.

Ello nos descorre los velos de una realidad no muy distinta a la de Acapulco: la existencia de un colosal mercado de consumidores de estupefacientes y psicotrópicos. Ese mercado es, de hecho, uno que crece exponencialmente.

Por ello hay ejecuciones en sitios públicos. Hay desencuentros entre cofrades del crimen y entre éstos y los policías locales e intercambio de violencia con arsenales de alta tecnología que incluyen armas de guerra, como granadas.

Se libran batallas, literalmente en varios teatros: uno de las organizaciones entre sí; otro el de éstas con las autoridades políticas depositarias legales de coacción. Y un tercer frente: el de la ciudadanía inerme e inocente.

Esos actos de violencia reciente tienen su propia dialéctica, la cual nos descubre una realidad que algunos gobiernos locales --municipales y estatales-- conocen y de la que son cómplices por los imperativos de la corrupción.

Esta es rampante. Crece a la par de consumidores de estupefacientes y psicotrópicos. Este es un mercado de niños, adolescentes y adultos jóvenes que, a diferencia de lo que ocurre en Acapulco, son del lugar, no visitantes.

Veracruz está dopado, diríase en cierto argot del deporte organizado para la corrupción y el control social. De esa realidad monstruosa somos responsables todos, en Veracruz y el resto del país, por nuestra complicidad con la corrupción del poder.

Glosario:

Halagüeño: Que halaga. Que lisonjea o adula.


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¿Revanchismo?

Fausto Fernández Ponte




I

Varios son los hechos y sucedidos corrientes que, objetivamente discernidos, estrujan el ánimo nacional y conturban no sin causar angustia colectiva a los mexicanos o, al menos, al grueso de habitantes de nuestro país.

Hágase la salvedad, por pertinencia, de que millones de mexicanos parecen no registrar la ocurrencia de hechos y sucedidos preocupantes y optan por no mostrar conciencia de ello. Tal vez sea éste un mecanismo de defensa de la psique social.

Pero es, sin duda otra causal adicional de estrujamiento de nuestro ánimo y de conturbación y angustia social. Tal indiferencia sería la secuela de otros fenómenos corrosivos: la eficacia de los medios de control social para fines de opresión.

Esos medios de control social son el monopolio de ciertas vertientes del poder formal y fáctico, que los utiliza para fines de inducción de conductas colectivas cuyo propósito es precisamente el de editar que tomemos conciencia de nuestra realidad.

Y esa realidad es la de que los mexicanos vivimos en un entorno sociocultural y socioeconómico y político de opresión. Somos sujetos cautivos y, por tanto, cómplices por omisión de nuestros propios males y desgracias.

Una consecuencia de esa realidad --la de la opresión en sí misma y en nuestra conciencia con respecto a ella-- es la polarización ideológica y política y diríase también que cultural y material. Los mexicanos estamos divididos peligrosamente.

II

Estamos, pues, los mexicanos en bandos opuestos, situados en unas antípodas que tienen expresiones perversas: por un lado, la desigualdad económica y la injusticia social son abismales y nos separan con arreglo a los imperativos de clase social.

Por otro lado, la separación en términos filosóficos y sus desprendimientos en cuanto a ideologías y afanes en lo político. Al estar situados en polos antagónicos el potencial de desmembramiento es colosal.

Ese peligro de desmembramiento trasciende el confín demográfico y cultural y accede, al parecer inexorablemente, a un estadio de desintegración física de México, para corresponderse con la existencia vera de varios méxicos.

Así es. El México pobre --el mayoritario-- es un verismo antropológico y sociológico insoslayable que ofrece, inclusive, desafíos que antójanse insuperables dada su enormidad y sus complejidades estructurales y hasta superestructurales.

El México situado en el otro extremo, el de la minoría --la élite-- conformada por personeros (dueños espurios del país y sus operadores) los poderes fácticos que dominan y utilizan para sí al poder formal el del Estado.

Abúndese a título ilustrativo en el tema: dos manifestaciones del uso del poder formal por el poder fáctico son la Ley Gordillo y el monopolio comercial y especulativo cuyo propietario visible es Carlos Slim, el segundo hombre más rico del mundo.

III

¿Aberraciones? Por supuesto. Pero las aberraciones tienen carta de naturalización en tornos y contextos de la realidad como la que existe brutalmente --por descarnada, impune y cínica-- en México. No es la ley del más apto, sino la del más pillo.

Y esa variante monstruosa de un darwinismo desviado --el de la ley del más pillo-- tiene una consecuencia aún más terrible que la descrita: las fuerzas siniestras del oscurantismo histórico realizan actos de revanchismo de altísimo riesgo para México.

Cierto. Esas fuerzas del conservadurismo histórico mexicano --por definición intolerantes, mesiánicas y antosociales-- han recobrado fueros y poderes y han aterrizado en una cultura de la reivindicación revanchista.

Tales fuerzas han logrado la vida nacional por artes de birlibirloque de la simulación democrática y en alianza con el imperialismo que representan los grandes consorcios trasnacionales de Estados Unidos y España. Han salido de las sombras y la penumbra.

Esta aserción se verifica así misma en el incidente del uso del vestido de la participante mexicana en el concurso de Miss Universo. El vestido tiene motivos que aluden a heridas de nuestra historia que aún sangra: la guerra de los cristeros.

No dúdase que de estas heridas emana sangre porque la Iglesia católica --la religión organizada para el poder y los negocios-- se beneficia de ello, alejándose de su misión de intermediar entre el creyente y Dios y representar a éste en la tierra.

Expulsada del poder terrenal o material --económico y político-- durante el luminoso periodo del juarismo en el siglo XIX, la Iglesia, adalid del conservadurismo retrógrado, va por la revancha. Va por todo.

Glosario:

Antípodas: Que se contrapone totalmente a otra cosa o persona.

Birlibirloque: Ladrón, el que hurta o roba.

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Periodismo


Fausto Fernández Ponte




A Fernando Morales, fino amigo,

director de la revista Serpentario.



I

El otro día, en una plática ante estudiantes y practicantes de la difusión profesional para las masas a propósito del inicio de una publicación periódica impresa, debatióse acerca de la filosofía y la responsabilidad central del ejercicio difusor.


Esa filosofía, sábese, es a nuestro ver insoslayable: la de educar. Y la responsabilidad central es, en consecuencia, la de educar bien. No se trata sólo de educar, sino empeñarse y cerciorarse de que se educa bien.


Por supuesto, la noción de educar bien es subjetiva, como todo en la difusión para fines de comunicar. Este es un concepto vital: la comunicación es parte inherente de todos los procesos evolutivos de la vida misma, desde lo celular inclusive.


La subjetividad deviene precisamente de la natruraleza misma de la comunicación, que es un proceso neurálgico para cada individuo y que día con día adquiere importancia mayor en la sociedad planetaria y tecnologizada de la que somos parte.


La comunicación es un fenómeno omnipresente en el mundo contemporáneo, siendo, así, una suerte de común denominador de las diversas actividades humanas, principalmente las organizadas como expresión de una cultura civilizadora.


El fenómeno es inseparable, a nuestro ver, de la lucha de clases dado el uso privilegiado que hacen de ella los que detentan y ostentan el poder, fuere éste económico o político, tanto formal como fáctico o real.


Ello lleva a concluir, como bien lo enuncia Camilo Taufic, que los problemas de la difusión profesional para las masas son los de la comunicación, y éstos los de la sociedad en su conjunto. En lo que toca a México, ello es de diáfana evidencia.


II


Ello es obvio. El concepto de comunicación es extraordinariamente amplio. Su estudio --afirma Taufic-- abarca un campo tan extenso como la vida misma: la comunicación está presente en todas las relaciones humanas, fueren cuales fueren éstas.


Y éstas suelen ser, esencialmente, las de producción, las familiares, las de carácter político y las de naturaleza cultural, lo cual nos lleva a la definici´pn misma de la cultura.


Cultura es es el cojuto articulado y acumulado --subráyese estas dos cualidades-- de partes de la naturaleza que rodea al hombre y que éste, como ser social, ha transformado a lo largo de su desarrollo histórico.


Empero, como dice Roger Bartra, la cultura no puede ser entendida sin la comprensión de la estructura socioeconómca, pues ambas forman una unidad. La cultura es el producto de la actividad social del hombre, desde alimentos hasta obras de arte y filosóficas.


Mas volvamos al tema de la comunicación, la difusión para las masas y, ergo, el periodismo, que es la parte más dinámica de aquella. El periodismo es la concreción conceptual de la difusión para fines de comunicar. Y comunicar es educar.


En efecto. Ello, sin embargo, es un atributo distorsionado por ciertos desequilibrios de las formas de organización socioeconómicas prevalecientes. Tales desequilibrios transformaron la comunicación en información, en el sentido aristotélico del término.


Quiérese decir con ésto que la comunicación es información para imponer formas. La comunicación, que literalmente significa hacer partícipe a otro de lo que uno tiene, se ha convertido en imposición de formas ideológicas y políticas.


III


Hoy, la cibernética --la ciencia de las computadoras e Internet-- ha demostrado que comunicar e informar son sinónimos y que, secuencialmente, "informar" equivale a "dirigir" dentro de una misma organización social o comunidad humana.


Dadas esas premisas, comunicar es informar e informar es, en su turno, difundir para dirigir para el fin esencial de la comunicación, el de influir. Así se influye en la conciencia y en la conducta de las personas. Eso es educar.


Pero se educa bien o se educa mal, según parámetros culturales: si los instrumentos --o medios-- de difusión para las masas como la radio, televisión, impresos y, hoy acusadamente, la Internet, eluden su responsabilidad educativa educan mal.


Y eso es lo que persiste, al parecer intencionadamente, en nuestro paías. Los instrumentos de difusión evaden su responsabilidad cortical de encender conciencias para el conocimiento y la comprensión del entorno social y sus manifestaciones.


Al ocurrir esa evasión de responsabilidades, el resultado es terrible: perpetuar el estado de cosas prevaleciente de conciencias apagadas, con lo cual la difusión para las masas se emplea para comunicar --influir-- paradigmas de conformismo y sujeción.


Esa evasión ocurre en no pocos casos por ignorancia de quienes manejan los instrumentos de difusión, aunque en la mayoría de las instancias existe premeditación cómplice de servir a los intereses del poder, perpetuando estados de conciencia apagada.


Para romper ese cerco que mantiene anestesiadas las conciencias, los comunicadores-difusores-informadores-periodistas deben ejercer su oficio y realizar su tarea con arreglo a un plan. Por ello, el periodismo es intención. Intención política.


Ello exige valentía y compromiso de los difusores y, concretamente, de los difusores periodistas. Mas lo uno y lo otro devienen de la congruencia, virtud escasísima en el mexicano porque así nos han educado. Nos educan para no comprender nuestra realidad.


Glosario:

Cortical: Relativo o pertenceiente a la corteza.

Diáfana: Dícese del cuerpo a través delc ual pasa la luz casi en su totalidad. Claro, limpio.

Sujeción: Acción de sujetar o sujetarse.


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Además de Saqueo, Despojo

Fausto Fernández Ponte



I

Los diputados y senadores de ese nuevo partido político de mando bicéfalo que conocemos zumbonamente por sus ya tristemente célebres siglas de PRIAN se apresta a ponerle la proverbial cereza al pastelote de la Ley Gordillo .


Y esa cereza --en realidad, un fruto hipertrofiado-- es otro botín para grupos de interés en México que dadas sus enormes potestades metalegales conforman en realidad un poder fáctico. Ese es el poder real.


Y este poder real domina y utiliza para sus fines al poder formal, el del Estado, mediante entreveramientos y traslapes institucionales y funcionales que suelen ser ajustados a imperativos de la moral jurídica para legalizar el ejercicio de lo ilícito.


Ejemplos de ello abundan en México. La citada Ley Gordillo es expresión arquetípica, pues le otorga un carácter inclusive constitucionalizar al saqueo crematístico de los tesauros del Estado que, en realidad, son los tesauros del pueblo de México.


Mas, antes de la Ley Gordillo --o Ley del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado-- el poder real, el fáctico, ha dado muestras del alcance de su influencia. Las leyes del rescate bancario son otro ejemplo.


Y la ley que, en 2001, le permitió al titular del Poder Ejecutivo, Vicente Fox, alzarse con unos 20 mil millones de pesos cuyos verdaderos propietarios, los aportadores de recursos al Sistema de Ahorro para el Retiro o SAR.


En esa ocasión, el gobierno presidido por el señor Fox, recién iniciado, logró que el Congreso le adjudicara, a la luz de ciertas reformas a la Ley del SAR realizadas nueve años antes, esos recursos de obreros y empleados para un fondo de pensiones.


II


La adjudicación se sustentó sobre una lógica cuya premisa mayor fue la de que esos fondos eran aportaciones de trabajadores que por algún motivo no se inscribieron en ninguna Administradora de Fondos para el Retiro o afore y que no fueron reclamados.


Los fondos fueron destinados a un ente de creación del foxismo, la Financiera Rural, que los invertiría en la capitalización de la economía agrícola y los medios de producción de propiedad privada. Empero, el campo no resultó capitalizado.


Esa adjudicación se realizó legalmente. Es decir, se constitucionalizó la apropiación por parte de grupos de interés --los del poder real-- de esos 20 mil millones de pesos de propiedad de millones de aportadores. Fue un acto de corrupción legalizada.


Y hoy, la Cámara de Diputados repetirá la proeza de 2001, adjudicándole al Poder Ejecutivo otros miles y miles de millones de pesos de propiedad de trabajadores --obreros, empleadods y burócratas-- colocados en cuentas para jubilación.


Los titulares de esas cuentas para jubilación han dejado de aportar por una gama variopinta de razones que van desde la pérdida de empleo hasta cambio de giro en actividad económica o inclusive por retiro o por ignorancia.


¿Cómo repetirá la Cámara de Diputados esa dudosa proeza? Mediante la discusión, en el decurso de la semana que corre, de reformas a la Ley del SAR, con cuya aprobación se subsanarían ciertas omisiones y yerros de la Ley Gordillo.


Mediante esas reformas a la Ley del SAR sería legalmente posible echarle mano a esos dineros que el ordenamiento que lleva el nombre de Elba Esther Gordillo, la dirigente moral del sindicato magisterial, ha puesto a disposición de particulares.


III


Esos particulares son la propia señora Gordillo y los personeros de entidades partidistas y sindicales, empresas dedicadas a la especulación financiera y otras actividades de lucro y, desde luego, a la bursátil.


Empero, esos recursos de los trabajadores que el Congreso pretende adjudicar a terceros --destinatarios ajenos-- no crearán riqueza, entendida ésta como plusvalía por el uso o empleo de tanto dinero. No. Son dineros destinados a esfumarse.


Cierto. Se esfumarían en el pago de comisiones a las afore. En realidad, estos entes administradores de fondos para el retiro están autorizadas a cobrar dos comisiones por flujos y saldos de cuentas de los trabajadores.


Y uno de los entes administradores --o afore-- es Inbursa, propiedad de Carlos Slim, uno de los individuos más ricos del mundo, poseedor, además, de Teléfonos de México, S. A., y una miríada de empresas asaz lucrativas.


Menciónese precisoriamente que la comisión por flujo es el costo para el trabajador por cada peso aportado de una base contributiva de un porcentaje del salario cotizable.


En el caso de Inbursa, ese porcentaje es del o.5.


Y más: por cada cien pesos pesos que ingresan a una cuenta individual, la citada empresa se lleva siete pesos con 60 centavos, aunque Inbursa es la que más bajas comisiones cobra. El máximo es de casi dos pesos por cada cien ingresados.


Las nuevas reformas a la Ley del SAR --las que se debatirían esta semana en la Cámara baja-- tienen por patrocinadores a los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional (la mancuerna PRIAN), por lo que su aprobación se da por segura.


Glosario:

Tesauros: Tesoros.







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Ingobernabilidad


Fausto Fernández Ponte




I


El asesinato del difusor Amado Ramírez Dillanes, ocurrido hace unos días en Acapulco, trae a un primer plano de atención pública el contexto general dentro del cual se cometió dicho homicidio.


Y, en su turno, ese contexto nos explica por sí mismo --sin ninguuna sofistería ni falacia-- los móviles socioculturales de este muy lamentable asesinato de una figura pública que emblematizaba, con su oficio difusor, una realidad ominosamente abrumadora.


Y esa realidad es la del fantasma de la ingobernabilidad se ha materializado, aunque antójase obvio que el Estado mexicano y el gobierno que lo representa --el que preside espuriamente Felipe Calderón-- aquél espantajo es una realidad insoslayable.


Cierto. El gobierno calderonista no gobierna. Y el Estado no prevalece, mostrando patéticamente su debilidad moral y ética y sus contradicciones jurídicas y cortedades jurisdiccionales y ser un pelele de poderes fácticos como el de Elba Esther Gordillo.


¿Y por qué no gobierna el gobierno que formalmente preside el señor Calderón? La respuesta es evidente: carece de la autoridad moral que deviene de un acervo --o capital-- político que, a su vez, deviene de la vigencia de un contrato social.


Dígase en descargo del señor Calderón que la ingobernabilidad le fue hererada por su predecesor en Los Pinos, Vicente Fox, cuya puerilidad infantil y debilidad de carácter marcharon, en ese sexenio, a la par de su registro escapista de la realidad.


Mas el señor Fox --dígase también en su descargo-- fue sólo legatario de esa ingobernabilidad que ha venido conformándose desde hace varios sexenios, específicamente desde los de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas.


II


Así, esa ingobernabilidad que hoy exhibe sus babeantes y hediondas y amenazadoras fauces no es un hecho de súbita manufactura, sino lo opuesto, es la consecuencia --largamente anunciada y, ergo, previsible-- de una concatenación de vectores y factores.


Así es. Los avisos anticipatorios de esa ingobernabilidad se han sucedido ininterrumpidamente, con arreglo a la dialéctica del continuum de la sociología y al historicismo. Un aviso elocuente es el crecimiento exponencial de ciertos fenómenos.


Algunos de esos fenómenos son:


1) El desarrollo exponencial y crecimiento consecuente de las organizaciones dedicadas al tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas, resultado a su vez de la conformación espectacular y creciente de un mercado de consumidores.


2) Ese crecimiento del mercado de consumidores --cuyo grueso está conformado por niños, adolescentes y adultos jóvenes-- es la secuela, científicamente discernida, de un sistema de educación pública deficiente en extremo e incertidumbre socioeconómica.


3) La deficiente educación pública --sustentada sobre premisas filosóficas e ideológicas aberrantes: el neoliberalismo económico y la globalización del dominio de los consorcios trasnacionales-- produce una enorme inseguridad en la psique societal.


4) Tocante a la incertidumbre socioeconómica, definida por el crecimiento del desempleo y el subempleo y, en general, la economía informal, ha convertido al narcotráfico en el mayor empleador en México, con unos cinco millones de empleados.


5) Ese desenvolvimiento del quehacer delictivo --fuere éste organizado u ocasional o estacional u oportunista-- tiene por causales la inestabilidad.


III


Y la inestabilidad deviene al converger los vectores ya identificados --el educativo y el de la incertidumbre socioeconómica-- y se erige en poderosa causal principal de la ingobernabilidad. Esta se manifiesta inevitablemente en violencia.


Y la violencia es el común denominador de la ingobernabilidad, fenómeno que, dicho sea a la pasada, enuncia su naturaleza en su propia manifestación general y particular. Las víctimas suelen ser principalmente los actores sociales, como son los difusores.


En ese entorno se insertan los asesinatos, desapariciones o secuestros de 27 difusores en los últimos seis años, y las amenazas y persecución material a muchos otros, entre ellos Martín Serrano, del Diario Tribuna, de Xalapa, Ver.


Esa violencia es general en tanto que abarca lo social, así como económica y, ya ni se diga, política, emblematizada esta última en el colosal cúmulo de irregularidades que tipifican delitos de sanción penal del proceso electoral del 2 de julio pasado.


Esas irregularidades no fueron, hágase la salvedad, accidentales, sino premeditadas, conforme a imperativos de la cultura del poder foxista y un patrón de hechura intencionada cuya definición jurídica y moral es la de un fraude electoral.


Pero el fraude es, desde luego, efecto, no causal. Ese fraude --cualesquieran que sean sus definiciones jurídicas, políticas, morales o éticas-- fue el colofón de un golpe de Estado promovido y realizado por etapas por el propio señor Fox.


Ello se ha traducido en una estructura de poder formal carente en lo absoluto de cimentación deontológica y descohesionada y proclive a priviliegiar enfoques de la realidad según las premisas de ciertas estrecheces de claro diagnóstico psicosomático.


Para salir del atolladero de la ingobernabilidad se requiere, para empezar, de la voluntad política de transformación estructural y superestructural de México, no únicamente reformas que son, por su misma dialéctica, contrarreformas.


Glosario:

Deontológica: Relativo a deontología, ciencia o tratado de los deberes.

Puerilidad: Cosa de poca entidad o despreciable.

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¿Quién Mató a Raúl Gibb?

Fausto Fernández Ponte


I

El 8 de abril de 2005, Raúl Gibb Guerrero, propietario del diario La Opinión, de Poza Rica, Veracruz, fue asesinado a balazos en una emboscada. Su muerte movió a indignación allende los confines de la región del norte veracruzano y sacudió al país.


Y no es para menos. A los periodistas mexicanos suele angustiarle acusadamente los homicidios en el gremio, pues piénase que estos son la censura extrema para acallar para siempre a quienes ejercemos el oficio de difundir hechos y sucedidos, opiniones e ideas.


Menciónese que durante el sexenio de Vicente Fox, 27 periodistas fueron asesinados, secuestrados o desaparecidos, sin que esos hechos delictivos hayan sido aclarados o resueltos por las autoridades federales y locales.


En Veracruz, la persecución --con su secuela de represiones, intimidaciones, amenazas e inclusive asesinatos-- a periodistas se ha acentuado en los últimos ocho años, desde el sexenio de Miguel Alemán Velazco y el que corre, de Fidel Herrera Beltrán.


Esta realidad ha tenido como consecuencia que organismos internacionales --como la de las Naciones Unidas-- y no gubernamentales identifiquen a México como el país que, después de Irak, es el más peligroso para ejercer el oficio de difundir.


Mas volvamos al asesinato de Gibb. Por tratarse del dueño de un medio de difusión, este caso de censura extrema fue comprendido por muchos en México como un precedente ominoso de advertencia a todos aquellos propietarios de vehículos difusores.


Señálese que no pocos de esos propietarios de medios difusores son periodistas, aunque la mayoría de aquellos son empresarios quienes, empero, ponen en riesgo su propia vida e intereses al ejercer la difusión de ciertos hechos y sucedidos.


II


Subráyese que la muerte de Gibb --hombre de prominencia acusada y enorme influencia en la vida social, económica y política regional-- adquirió predeciblemente visos de un asunto político. El propio gobernador Fidel Herrera empeñó su palabra en aclararlo.


Así, el homicidio fue investigado bajo esa premisa por las autoridades competentes, encabezadas por el mismísimo procurador general de justicia del estado de Veracruz, Emeterio López Márquez. Empero, ese crimen no ha sido aclarado a cabalidad.


El procedimiento judicial, que es de oficio, ha dejado sueltos --sin atar-- muchos cabos. Desde la pesquisa inicial misma se advirtieron y registraron manifestaciones de que el homicidio del periodista pozarricense quedaría impune.


Y así ha sido. El procedimiento de oficio no ha discernido la identidad de la autoría intelectual y material del asesinato. Tampoco ha discernido los móviles. En igual vena, no se ha discernido la identidad de quiénes pudieron haberse beneficiado de ese asesinato.


Muchas, pues, son las interrogantes en el éter, sin indicios de que las autoridades competentes estén inclinadas a darse a la búsqueda acuciosa y puntual --responsable, diríase-- de respuestas. La omisión antójase intencionada.


Las interrogantes sin respuesta atizan las fogaratas de las dudas y, desde luego, las suspicacias e, inevitablemente, las especulaciones, las cuales se dan en un entorno de silencio gubernamental que despide un tufillo de complicidad. Ese silencio es ominoso.


III


Pero héte aquí que otro periodista veracruzano, Martín Serrano Herrera, propietario del Diario Tribuna, que se publica en Xalapa, la capital de Veracruz, ha denunciado en las páginas de su periódico un discernimiento de sospechas fundadas, a saber:


1) Que el asesinato de Gibb "habría sido ordenado desde el Palacio de Gobierno" del Estado de Veracruz en Xalapa, por funcionarios y ex funcionarios en la administración del gobernador Herrera Beltrán.


2) Esta hipótesis está consignada en la causa penal 117/2006, del 7 de abril del mismo año, radicada en el juzgado 1o. de Primera Instancia del Distrito Judicial de Xalapa en Pacho Viejo, Ver., en la Agencia Cuarta del Ministerio Público xalapeño.


3) Este expediente se originó como secuela de la indagación ministerial número 249/2004, por agravios al periodista Serrano y otros difusores veracruzanos --entre éllos este escribidor-- por parte del gobierno encabezado por el señor Alemán.


Nótese que en tanto en el expediente original --el 249/2004-- como en el secuencial --el 177/2006-- menciónanse los nombres de varios ex funcionarios y funcionarios de alta jerarquía del gobierno del señor Herrera.


La concatenación discernida de esos hechos conduce a la sospecha fundada de que la muerte de Gibb habría sido ordenada desde el propio gobierno del señor Herrera por ciertos personeros y por personeros gubernamentales no identificados.


Ello explicaría el silencio cómplice del gobierno en este homicidio, cuya aclaración es una promesa pública del gobernador Herrera. En el decurso de esta administración han ocurrido asesinatos de varios personajes, entre ellos el de Cirilo Vázquez Lagunes.


En los expedientes, desde luego, no se establecen los móviles del asesinato de Gibb ordenado presuntamente desde el Palacio de Gobierno, pero éstos quedan implícitos ante el silencio gubernamental, indicio sólido de complicidad inferida.


Glosario:


Eter: Esfera aparente que rodea a la Tierra.


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Pemex e ISSSTE

Fausto Fernández Ponte



I

Los devotísimos cristianos --católicos, apostólicos y romanos--- del equipo de allegados, afines, cofrades y partiquinos del Presidente de la República Felipe Calderón incurren en cortedad moral y deficiencia ética al acentuar el saqueo de México.


Esa afirmación es un verismo insoslayable. Al saqueo histórico de Petróleos Mexicanos súmase a otro despojo igualmente histórico: el del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado.


En ambos casos la impunidad es sello distintivo de los saqueadores. Es un rapiñar sin constreñimientos ni escrúpulos de laya alguna. Es un pillaje que acusa incluso alegría: trisca que trisca por los ubérrimos campos de Pemex y el ISSSTE.


Abordemos, primero, el caso en Pemex, que es una empresa del Estado --o paraestatal-- sometida de tal guisa que no puede administrarse así misma mediante mecanismos de transparencia y diafanidad propios de los imperativos de salud gerencial.


El saqueo en Pemex es vorazmente brutal. Y tiene muchas formas y modalidades, todas ellas ilegales o, en el mejor de los casos, pseudoslegales o francamente leguleyas --es decir, sofisteras, falaces y de simulación--.


Empero, pese a la simulación --que es grotesca, a nuestro ver--, los saqueadores alardean de impunidad y caen en el cinismo, por lo que simular legalidad es sólo una guisa convencional: se realizan licitaciones, pero éstas son amañadas.


II


Sin embargo, el tipo de saqueo al que aludimos aquí trasciende el ámbito de la cultura de la corrupción, caracterizada por prácticas ya conocidas del cohecho y la complicidad entre funcionarios de Pemex y contratistas en agravio de la empresa,


El tipo de saqueo aquí mencionado es de otra naturaleza. Y deviene del hecho de que la empresa --la que, en lo formal, administra todos los aspectos del aprovechamiento del patrimonio nacional que es el petróelo-- es saqueada por el mismísimo Estado.


En efecto. El Estado financia sus actividades corrientes --muchas de ellas mal distinguidas por ineptitud y corrupción, banalidad y por añadidura criminalmente dispendiosas-- con los ingresos de la paraestatal por comercialización del petróleo.


Para empezar, Pemex es la principal causante de impuestos en México, con los que el Estado financia el 40 por ciento, aproximadamente, de su presupuesto de ingresos y egresos. Ese presupuesto es asaz despilfarrador. Financia, inclusive, imprevistos.


Mas los imprevistos suelen ser de enorme grosor y de tal frecuencia que pierden su condición de imprevistos para adquirir la de previstos. Empero, no se prevé su erogación y lo mismo sirven para cubrir gastos de viaje del Presidente que regalos de navidad.


Al contribuir con su tributación fiscal al mantenimiento del Estado mexicano, Pemex se ve sometida a una enorme presión: carece de recursos en suficiencia estratégica para salirle al paso a los desafíos de modernización y crecimiento.


III


La paraestatal vive en déficit sempiterno. Y, como agregado de peligrosidad extrema, vulnera sus activos --cada vez menores-- aumentando exponencialmente sus pasivos. Ha hipotecado no sólo activos actuales, sino también los prospectivos o a futuro.


Esa hipoteca es, habría que reconocerlo, recursiva. Es decir, el destinatario de los impuestos que causa --el Estado mexicano-- obliga a Pemex a incurrir en prácticas cuya consecuencia es la de que la empresa no es, en términos precisos, nuestra.


Es un patrimonio enajenado, bajo términos de una pignoración leonina, dracoaniana, más allá de los límites de la aberración y lo absurdo. Los activos de la empresa son cada día menos propios y, diríase sin hipérbole, que tales activos no son propios.


La consecuencia de ello es que Pemex no es rentable desde la perspectiva gerencial de una empresa que tiene garantizados sus ingresos --enormes, sin duda--, pero atrozmente saqueada legal e ilegalmente; es decir, tributariamente y mediante la corrupción.


El saqueo tributario y el de la corrupción propiamente definida han llevado a Pemex a hipotecar sus ventas a futuro. Un futuro, añadiríase, incierto, pues la empresa carece de recursos para financiar su producto principal, la riqueza fósil en el subsuelo.


La hipoteca tiene una expresión alambicada conocida como Pidiregas, que es un acrónimo de Proyectos de Inversión con Impacto Diferido en el Registro del Gasto. Esta rimbombancia nominativa oculta una realidad terrible: la deuda de Pemex es impagable.


Los mexicanos --que no vemos ni sentimos los beneficios del aprovechamiento del petróelo que es constitucionalmente patrimonio nuestro-- tendremos que asumir esa deuda, secuela de la inepcia e irresponsabilidad y rapacidad rampante de nuestros políticos.


Glosario:


Erogar: Distribuir, repartir bienes o caudales.

Pignoración: Acción y efecto de pignorar. Dar o Dejar en prenda, empeñar.

Sempiterno: Que duarará siempre.

ffponte@gmail.com







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